Cuando me enteré de los sucesos de Iguala fue por medio de escasas notas informativas en internet y no le presté mucha atención en su momento. Así fue, triste, pero me había acostumbrado a noticias por el estilo, ya se me hacía común el escuchar sobre la desaparición de personas o más aún de su aparición con el sello salvaje del crimen organizado. No había nada nuevo y la tomé como un hecho más que se escribe en la historia del país.
Con el transcurso de los primeros días inmediatos y a medida que se fueron dando a conocer más detalles y con el aumento de voces indignadas por el hecho, la indiferencia dio pasó a la indignación, ya que todo apuntaba a que elementos de las fuerzas oficiales -ordenados por una autoridad municipal- fueron los que atacaron y participaron de alguna forma (aún no queda del todo clara) en la desaparición de 43 estudiantes normalistas. Además, se incluían vínculos del gobierno con el narcotráfico. Es decir, todo sonaba mal, muy mal.
Hoy se cumple un año de los sucesos de Ayotzinapa, 12 meses en los que hemos conocido aún más datos, entre versiones oficiales y de organismos internacionales, explicaciones que se enfrentan, que se oponen. Hemos pasado por movilizaciones nacionales e internacionales -con sus respectivos enfrentamientos y agresiones-, posturas desde diferentes flancos que no buscan entenderse, encontrarse. Pese a todo seguimos y aún faltan 43.
Pero ¿qué fue lo que sucedió y logró movilizar a un país que ya se veía tan ajeno a las muertes de jóvenes y personas? ¿Cuál fue el sentimiento que provocó la reacción de muchos en un momento en el que la unidad nacional no se veía visible? ¿Qué ha quedado después de Ayotzinapa? Me pregunto esto al recordar la participación tan amplia de personas de diversos sectores en las marchas rumbo al Zócalo de la Ciudad de México y que se llevaron a cabo en varios punto país y del mundo. Muchos diferentes que se unieron como hacía tiempo no pasaba. Diversos motivos que se encontraron en un mismo punto.
Los 43 de Ayotzinapa podrían ser un pretexto -duele aceptarlo- para recordar temas que siguen sin concluirse en el país y que a causa de la indiferencia y la costumbre se han multiplicado. No dudo que se han convertido en un punto de unión, que aún se sigue construyendo y que forma parte de algo, pero ¿de qué?
Ayotzinapa es un ejemplo del abuso, de las anomalías que padece hoy en día México, de como todo el sistema de gobierno se encuentra en un extraño colapso a partir de su propia dinámica dirigida por intereses, por ambiciones, por proyectos que parecieran, en muchas ocasiones, excluyen a la gente, a los ciudadanos, a las necesidades apremiantes.
Las 43 ausencias son motivo de una crisis de credibilidad para el gobierno, pero también son origen de un algo que está pasando, que aún se está escribiendo y que a un lado como país nos va a llevar. Los 43 y sus historias, abusos y hasta excesos. Pero aún están pendientes, como mucho pendientes que nos toca a todos en lo individual y colectivo aún atender.
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