Hay en “Alien: Covenant” dos aspectos que llaman la atención: por una parte la evidente necesidad de volver a los orígenes, tomando todos los elementos conocidos de la cinta clásica de 1979, colocados en un escenario diferente. No es una calca, pero como si lo fuera. Aunque existe uno que otro elemento novedoso para presentar una puesta en escena ya vista y con éxito probado.
Por otro lado, el intento de reinventar una franquicia que nunca debió extenderse tanto, pese a que habilidosos directores hicieron de la Reina Madre y los “atrapacaras” elementos de la cultura pop, palidece ante un desesperado esfuerzo de cambiar de rostros pero no de dinámica: el argumento es exactamente el mismo que en “Alien“.
Si bien es grato remembrar ese ambiente claustrofóbico de la primera cinta, Ridley Scott tiene las herramientas para explorar nuevos senderos, pero está empeñado en darle sentido a la mitología Alien, quizá lo más interesante de este segundo episodio de la precuela.
Las “herencias” son afortunadas. Michael Fassbender se divierte como un chamaco en el área de juegos y Katherine Waterston asume con aplomo la batuta cedida por Noomi Rapace y la emblemática Sigourney Weaver. El reparto está a la altura, a sabiendas que son piezas de dominó que irán cayendo poco a poco hasta que se privilegie la existencia de esos seres de espanto. No es spoiler, es parte del problema: sabemos que eso vamos a ver.
Y no sería problema si estuviera libre de ataduras, como en esa novel cinta donde la idea era pegarnos tremendos sustos ante un ser impredecible, cuyo único fin es subsistir y alimentarse de los nutrientes que le otorgan los seres humanos. El asunto se compromete cuando el argumento cambia para tratar de ofrecer respuestas a los enigmas.
En pocas palabras: queríamos terror, no una cinta de suspenso que nos explicara de dónde vienen estos seres.
Ridley Scott se olvidó de la parte primordial que hizo célebre a “Alien“: los orígenes, motivos, intenciones de esos “malditos bichos” eran completados por nuestra mente, cerrar el círculo era tarea del espectador y esos debates en torno a las razones y las experiencias ante tanta víscera y sangre flotando en el espacio es lo que dio mucho sentido a la película.
Que ha superado a algunos eslabones de la saga es real, porque es la más cercana a sus orígenes, muy por encima de la pretenciosa “Prometheus” y ese desastre que significó “Alien: Resurection“.
La secuencia inicial resulta encantadora, pese a lo absurdo que pudiera significar, ya que hay un momento muy fino en el que el mismo Scott parece reírse de nuestra terca necesidad de más episodios relacionados con los xenomorfos: la estupidez humana destruye todo. ¿Justificación o aceptación? El director parece dispuesto a sentar las bases de su creación en esta perfección inalcanzable que buscamos sin cesar.
Al final, el inicio del apocalipsis de la humanidad en “Alien: Covenant” parece llegar por la lucha moral e intelectual de la máquina contra la máquina, nosotros quedamos fuera. Es como una gran broma (que me da la impresión no fue planeada por Scott): la industria cinematográfica ha tomado un rumbo en donde hay que “revivir a los muertos”, dar nueva vida a los clásicos y extender los universos de añejas trilogías o cintas de culto, no importa si a estos “muertos” les falta un brazo o ya no tienen cabeza, habrá que maquillarlos y soltarlos para que los espectadores recojan los pedazos.
“Alien: Covenant” no puede competir con sus orígenes y al tratar de explicarlos se vuelve un engrane más de esa lucha de la máquina, que pide más episodios para seguir funcionando, aunque unos sean refritos de otros.
¿Qué hubiera resultado si en lugar de más “Alien” en “Covenant”, Scott hubiera intentado ponerle una pizca de otros proyectos como “The Martian“? Pero el hubiera no existe y así como rectificó en “Prometheus”, ojalá lo haga de nuevo, para darle, por lo menos, un cierre digno a su, hasta ahora, fallido, aunque muy entretenido, invento.
Alien: Covenant (2017)
Dirección: Ridley Scott.
Guión: John Logan, Dante Harper.
Reparto: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Demián Bichir, Carmen Ejogo, Amy Seimetz.
Edición: Pietro Scalia.
Fotografía: Dariusz Wolski.