Antes de que comenzara “Camino a Marte” aparecieron los tráilers de cuatro cintas mexicanas a estrenarse el próximo año. Todas, comedias que, al menos en sus avances, procuran la risa fácil y el momento de esparcimiento que no requiere que uno use la cabeza. Simplemente se trata de pasarla bien. Afortunadamente, pese a lo que se mostraba en la publicidad, la cinta de Humberto Hinojosa Ozcariz es un agradable engaño.
Y es así porque el director reúne todo lo expuesto en su filmografía para hacer una road movie que ocupa el pretexto del otro, del “de fuera”, para inspeccionarnos como raza.
Mark (un Luis Gerardo Méndez alejado de su zona de confort) convivirá con dos chicas que escapan a una playa de Baja California Sur para darle un lindo final a Emilia, quien vive sus últimos días debido a una enfermedad sin aclarar. Y en esa interacción, como el extraterrestre que dice ser, realizará un escrutinio abierto a la amistad que une a este par pese a una evidente diferencia de creencias, valores y apegos.
Lo interesante, más allá de los diálogos en donde humanos y “extraterrestre” comparan modos de entender el universo, es el manejo fotográfico de Hinojosa para adentrarse de a poco en la mente de este trío para al final evidenciar de qué va “Camino a Marte” (título en apariencia espantoso pero que hacia el final revela su importancia). Empieza con planos abiertos que nos localizan en parajes desérticos para avanzar a carreteras que no parecen finalizar, y finalmente llegar al mar. Así es el recorrido interior del personaje de Tessa Ia (espectacular, como siempre), que va viviendo las diferentes etapas del ser humano cuando se enfrenta a su funesto destino: confusión, evasión, conflicto y resignación.
Aunque se nos vendió como una reinvención de “Y tu mamá también“, “Camino a Marte” hace su propio trayecto. Sí, compartiendo la estructura del descubrimiento interno que caracteriza a este género, pero con sus propios códigos y modos de despistar. Violeta (Camila Sodi en una interpretación muy fresca) sirve como pivote para que su energía, combinada con la inocencia de Mark, se centren en Emilia, la verdadera protagonista de este viaje. Árido al principio, calmo hacia su desenlace.
El “extraterrestre” llega a ofrecernos un fin del mundo, un apocalipsis que llega sin que ocurra como nos lo prometen. No obstantes, es un cierre que obliga a pensar y replantearse el compromiso que tenemos con nosotros mismos, no como especie, sino como habitantes de un espacio en donde el tiempo es finito, al que llegamos para llenarnos de defectos y hacer algo con todo eso.
Mark aparece para cuestionar los modos de Emilia, en una atractiva forma de desplegar las muchas bondades que tenemos como especie. ¿Pueden los humanos vivir plenamente? ¿Disfrutamos cada minuto en este lugar? ¿Estamos conscientes de que al nacer comienza la cuenta regresiva para desaparecer?
“Camino a Marte” asume el riesgo de presentar un cine comercial diferente. Uno donde los personajes no insultan cada tres minutos para hacer reír al espectador, sino que disparan leperadas por todos lados porque es un modo de habla, la forma en que demostramos que estamos hartos de lo que vivimos.
Si bien el formato es confuso porque nunca llega a ser ciencia ficción ni comedia, es la apuesta a un trabajo al que le valen las clasificaciones, porque ni las películas ni los humanos las necesitamos. Somos más diversos que un género, una religión, un lugar de nacimiento o complexión. Y adaptarnos a nuestras propias características y la de los otros es la primera parte para hacernos de un tránsito terrenal pleno.
Camino a Marte (2017)
Director: Humberto Hinojosa Ozcariz.
Guión: Anton Goenechea, Humberto Hinojosa Ozcariz.
Reparto: Luis Gerardo Méndez, Tessa Ia, Camila Sodi, Andrés Almeida.
Fotografía: Guillermo Garza.
Edición: Joaquim Martí.