Fantástico. Porque hay mucho de fantasía y, lamentablemente, poco de realidad en el filme de Matt Ross que protagoniza Vigo Mortensen. Aunque, lo verídico, es que cuando llega el momento de crecer, de enfrentar cambios reales, significativos, en la vida de cualquier persona, hay que abandonarnos a nosotros mismos para lograrlo.
Un amoroso padre decide internarse en el bosque y educar a sus hijos para lo difícil que significa vivir. Para ellos los entrena como si se tratasen de combatientes próximo a enfrentar una guerra, taladra sus mentes con lecturas que les dejarán más preguntas que respuestas y ha de solucionar enigmas con la verdad, por más incómoda que ésta sea.
Ben (Mortensen) lleva una década demostrándole a sus críos que la naturaleza es proveedora y los aleja de toda ideología de consumo: celebran al Día de Noam Chomsky por encima de la navidad. ¿A poco no es el sueño de cualquier anticapitalista?
El detalle con “Capitán Fantástico” es precisamente que se trata de una utopía, una que narrativamente opta por el camino fácil para su desenlace y que juega a la trama cómica para no convertirse en un golpe devastador sobre las existencias tristes que vivimos ante nuestra necesidad de comprar cosas para ser felices.
“Capitán Fantástico” cuestiona la educación con su sistema escolarizado, la sociedad con sus censuras porque hay edades donde ciertas cosas no se pueden saber, las religiones que se establecen como sistemas de control y estructuras separatistas; el filme apoya firmemente la idea de que la rebeldía, que generalmente viene con la adolescencia, requiere esta experiencia de fusionarse con la naturaleza, fluir con los deseos y aspirar a mejores modos de gobierno para nosotros y los nuestros.
Pero viene el conflicto familiar, ese en donde algún miembro del grupo cuestiona la voz de mando y aparece este contraste entre lo ideal y las costumbres de la mayoría. Es en esta lucha de ideologías donde el filme cimenta su base y toma como primer punto fuerte, pues descaredita ambas, se burla de las posturas, no decide por el espectador: hace sorna por igual de los padres que no dejan a sus hijos pubertos beber una copa de vino como aperitivo pero sí pueden estar horas frente a los videojuegos más sangrientos, como aquellos núcleos que idolatran el consumo de libros para obtener conocimientos ilimitados olvidando que la interacción con los otros y las experiencias de la vida diaria son otro modo importante de obtener sabiduría.
El segundo aspecto que resalta son las actuaciones. Tanto Mortensen como los chicos están geniales en su papel de neosalvajes ilustrados. Lo de Ben es devastador: es al mismo tiempo un tipo tierno y comprometido con sus críos, pero también expone este rol de hombre arrogante y contestatario que sabe mucho y tolera poco.
Y entonces caemos en este apartado de la desilusión. Porque para el lucimiento de estos personajes atípicos en algún momento Ross debe de establecer que no existen, que en el mundo de hoy la decisión final de los chicos no se adapta al modelo que la película felizmente avienta al espectador.
“Capitán Fantástico” es una fábula agridulce que opta por embadurnar con miel su acto final ante tanta pesadumbre, más si tomamos en cuenta de que no son los adultos quienes sufren el mayor peso de los señalamientos sociales, sino los chicos, quienes muchas veces no entienden el rechazo de los otros.
Pese a que en algún momento todo se suaviza, el espíritu subersivo de Ross aflora en cada fragmento del guión para despacharse con sonrisa sardónica a las instituciones religiosas, la sobreprotección infantil y a la sociedad de consumo. De lo contrario, el tufo Chosmky no estaría pululando por ahí todo el tiempo. Y que conste que no es algo negativo, por el contrario, son ideas que deben debatirse. Siempre.
Captain Fantasic (2016)
Dirección y guión: Matt Ross.
Protagonistas: Vigo Mortensen, George MacKay, Samanthe Isler, Annalise Basso.
Fotografía: Stéphane Fontaine.
Edición: Joseph Krings
*Texto de Juárez Góngora publicado en Azteca Noticias.