La música, como todas las artes, tiene ese poder especial de remitirnos al pasado, de despertar en nosotros emociones que creíamos olvidadas o evocar ciertos momentos con cual o tal persona. Tiene un poder sanador y a la vez un cierto toque de maldición, porque no podemos contener lo que hace con nuestra memoria. “Coco” intenta lo mismo al convertirse en un colorido recorrido musical, que sin ser estrictamente una cinta compuesta por cuadros con coreografías, es muy cercana a ello.
El más reciente trabajo de Pixar es la mirada alegre del extranjero que encuentra en México un país que asemeja un cuento de hadas. Esto en su parte tierna y bucólica. Y emociona, pero también preocupa que la visión del foráneo sea el de una nación llena de soñadores. Porque nuestra realidad, cruda cual es, nos obliga a rebuscar en universos oníricos para salir adelante.
Miguel, el protagonista de esta historia, recorre el camino del héroe que tantas veces nos han vendido los estudios Disney, salvo que en esta ocasión la trama se transforma más allá de la mitad para convertirse en una “coming of age”, donde el chamaco habrá de explorar uno de los temas más escabrosos que se puede abordar en las cintas de animación para toda la familia: la muerte.
Pero es así porque esta muerte es festiva, no espanta, no busca el mal del vivo, por el contrario: es la reunión, el reencuentro en una nueva vida, la esperanza perenne de nuestros espíritu mexicano -minado de creencias de un existencia más plena después de ésta- de un futuro lleno de colores y confort.
Pixar animó juguetes y les dio sentimientos. Y luego autos, y después animales. Vamos, hasta nuestras emociones han sido interpretadas por la compañía de “la lamparita”. ¿Por qué no a los muertos? Y México es el pretexto ideal, porque aquí no se trata de ficciones, no son cuentos. Es nuestro día a día, es parte de cómo enfrentamos la pérdida. Por eso podemos burlarnos de la tragedia -aunque no a todos les siente bien-, es la razón por la que podemos beber a nombre del muerto y pensar que sigue al lado nuestro, empuñando el codo mientras alza un vaso en el más allá.
Pero “Coco” trastabilla al revelar sus enigmas. Claro, es una cinta infantil que busca encantar hasta a los más pequeños, por lo que las explicaciones son necesarias, pero Pixar, en anteriores productos, ha conseguido salvar la obviedad y seguir hacia un desenlace claro sin necesidad de decir que el hueso es blanco. Lo vemos, no necesitamos que nos lo expliquen.
En lo técnico, no hay tacha. El universo creado por Lee Unkrich es tan rico como la tradición del Día de Muertos mexicana. Los elementos propios de la mitología nacional están cuidadosamente insertados para no hacer ruido (hasta el Xoloitzcuintle es una delicia. Sí, sabemos que es un perro caro que no camina por las calles de México como cualquier mestizo, pero es el perro sagrado de los Aztecas) y servir como guías en una trama a la que le hizo falta pericia para no resolver con tanta facilidad sus nudos.
Pixar ha tenido trabajos con mejores resultados pese a que ha navegado en el melodrama durante toda su existencia. Pero está bien que nos volvamos locos por “Coco” pues toca nuestras fibras más sensibles. Cualquiera que haya perdido un ser querido, alguien que haya trastocado nuestra existencia, se sentirá conmovido ante la calidez de Miguel, un chico que desafía las tradiciones para seguir su propio camino.
Pese a hacer más alegre el festejo de muertos mexicano, “Coco” alcanza niveles universales porque tiene ese sello Pixar: explorar los lazos familiares. Palidece en profundidad, pero sobresale por su ternura.
La cinta se regodea en múltiples referencias, tanto del folclor nacional como literarios y de otras cintas, para hacer una mezcla muy “mexicanota”, porque somos todo eso: el pueblo orgulloso de sus raíces, que mira alto sin importar que seamos productos del mestizaje, que nos volvemos fanáticos y beligerantes cuando se meten con lo que consideramos sagrado. Hasta que alguien más llega y lo cambia. Como Miguel y su familia.
En 1956, Otto Fegie (mejor conocido como B. Traven) realizó una colección de cuentos que daban cuenta de nuestro vivir diario. Los mexicanos vistos desde el ojo de un alemán, del de fuera, del otro. No nos denigró, ni caricaturizó. Nos “narró” lo mejor que pudo. Pixar hace lo mismo con “Coco”. No es exacto, pero se nota que les gusta este México surreal que se niega a morir y seguirá mientras podamos seguir brindando a nombre de nuestros difuntos. ¡Salud!
Coco (2017)
Dirección: Lee Unkrich.
Codirección: Adrian Molina.
Guión: Jazon Katz, Lee Unkrich, Matthew Aldrich, Adrian Molina.
Voces en español: Luis Ángel Gómez, Gael García Bernal, Marco Antonio Solis, Angélica Vale, César Costa.
Edición: Steve Bloom, Lee Unkrich.