Hay un mucho de Peter en Eisenstein y otro tanto de Sergei enGreenaway: ambos cineastas buscan innovar con un lenguaje que pareciera no tener sentido pero que tiene toda lógica cuando entendemos que se trata de creadores que buscan lo más importante en el arte: la vanguardia.
Peter Greenaway rompe todos los esquemas de la biopic para presentarnos su versión, muy libre, de lo que pasó con Sergei Eisenstein cuando estuvo en Guanajuato para filmar la que sería la gran obra que retratara en cine toda la idiosincrasia del mexicano, como si eso fuera posible.
Para el británico, el descubrimiento de México para el ruso significó el descubrimiento de sí mismo: el despertar homosexual, el encarar a la muerte desde otra perspectiva, enfrentarse con un todo folclórico y colorido, se convirtió en el protagonista de una película que no se estipulaba en el presupuesto, con un guión flexible y lleno de reflexiones.
Y es que el Eisenstein que nos presenta Greenaway es todo lo contrario a lo que los rusos se encargaron de vendernos durante años: un excéntrico que gustaba de mostrar su desnudez, no porque causar placer, sino repugnancia, hedonista e infantil, con un hambre de aprender, aunque al principio le causara incertidumbre y dolor.
Para no variar, el británico exige al máximo a sus protagonistas, logrando con ello una pareja entrañable, el genio se convierte en alumno y el nativo encuentra motivos para invertir papeles con el “conquistador” europeo, como una suerte de venganza de Moctezuma.
Y en medio de la ruta de autodescubrimiento de Eisenstein, un México que convive con la muerte, que la abraza como parte del proceso, que se ríe con ella y camina de su mano por las calles. Y unos bandidos de medio pelo que parecen más una caricatura rondando a los extranjeros, porque a los verdaderos criminales, los peces gordos, como dicen en algún momento del filme, “no los van a ver nunca”. El México variopinto, lleno de colores y canciones. Ese que el verdadero Eisenstein quiso descifrar y no supo cómo.
Greenaway da además un tratamiento visual tripartito: divide su imagen en tres en determinados momentos, a modo de viñetas; a veces con encuadres distintos, por momentos el mismo, variando los tiempos y orden de aparición. Juega mucho con la imágenes y su montaje desobedece por completo las bases sentadas por el mismo Eisenstein, el llamado montaje de las atracciones.
Lo de Greenaway es de admirar, pues crea un filme de contrastes: el europeo conquistado por el “nuevo mundo”, la cinta centrada en un solo individuo, aquel que prefería contar historias donde el protagonista fuera la masa, el realizador que dejó la inmensidad llena de nada rusa por el croma saturado del hiperrealismo mexicano.
“Eisenstein en Guanajuato” es un compendio de anécdotas, desnudos y experimentos visuales que intentan adentrarse a los procesos mentales del genio: sin un orden establecido, como un vaivén de conocimientos que desplazan a otros, decisiones que parecen no obedecer a la lógica, para al final ver todo más claro, aparentemente más claro.
Eisenstein in Guanjauato (2015)
Dirección y guión: Peter Greenaway.
Protagonistas: Elmer Bäck, Luis Alberti, Maya Zapata, Lisa Owen.
Edición: Elmer Leupen.
Fotografía: Reinier Van Brummelen.
Texto publicado en Azteca Noticias.
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