El rastro: así se mueve la violencia de género

El rastro: así se mueve la violencia de género

La violencia de género normalmente se mueve entre las sombras.

No es visible hasta que ya hizo estragos en las personas y las marcas de los enfrentamientos son notorios, tantos físicamente como en el ánimo de quien es sometida (o).

Karla Pedraza y Alejandra Corona buscan visibilizar ese ir y venir de voluntades con el fin controlar a la otra persona en “El rastro”, un ejercicio de danza contemporánea con un armado técnico extremo que ejemplifica muy bien lo doloroso de rendirse ante las convenciones sociales.

En su intento por dejar de lado las palabras y comunicarnos con sus cuerpos la compleja situación que enfrentan las mujeres en una sociedad que continúa juzgándolas si no siguen los parámetros exigidos, ambas danzantes van y vienen en el escenario mientras sonidos industriales acompañan cómo se forja de modo áspero una conducta dócil.

Es un trabajo escénico que nos presenta esa fricción que lastima cuando se le pide a la féminas homologarse con el fin de satisfacer los deseos de quienes dictan el deber ser.

Y entre tanta tensión, atadas por un lazo que les impide moverse a placer sin hacer un lastre una de la otra, se cuestionan los efectos de esa terrible idealización que se convierte en un atadura extrema y lacerante.

“El rastro” tendrá una corta temporada en el Teatro Raúl Flores Canelo del Centro Nacional de las Artes (Av. Río Churubusco 79, Country Club Churubusco, Coyoacán, Ciudad de México).

Se presentará el viernes 23 y sábado 24 de este mes, a las 19:00 horas, y el domingo 25 a las 18:00 horas.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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