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El renacido: las diferentes caras del silencio

 

El Renacido” comprueba que Alejandro González Iñárritu y Emmanuel Lubezki son artistas completos. “El Chivo” ya había dado muestra de calidad y maestría desde hace tiempo; lo de “El Negro” es una fortuna, dado que podemos esperar más proyectos arriesgados por parte de un autor que se alejó de fórmulas para narrar con soltura y buscar modos distintos de hacerlo. El reciente trabajo del cineasta mexicano es un prodigio técnico y visual.

González Iñárritu vuelve al antiguo cine épico de Hollywood, en “El renacido” construye la clásica historia de aventuras pero la eleva a un nivel de preciosismo tal que la anécdota de la venganza se queda corta ante la majestuosidad del paisaje y la naturaleza que hace pequeños a los protagonistas. Para ello, el ojo clínico, preciso, de Lubezki era necesario, pues cada fotograma es una postal, una muestra de respeto ante lo diminutos que somos cuando se tiene que combatir y sobrevivir ante rudos ecosistemas.

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Pero el truco está en los silencios. Resulta extraordinario que el autor haya decidido irse de un extremo a otro: primero lanzó “Birdman”, con una verborrea tirante pero necesaria, y ahora se decanta por dejar a los árboles hablar, exigiéndole al actorLeonardo DiCaprio el esfuerzo físico y mental que muy probablemente no haya afrontado antes en toda su carrera (quizás “Pandillas de Nueva York” es la que le haya significado algo similar, aún así, no se compara).

Y es que las condiciones bajo la que se filmó “El renacido” son resultado de una personalidad obsesiva, de la necesidad de hacer del cine un manifiesto realista como si se tratara de un documental. Y la verdad es que funcionó muy bien. El frío, el dolor, la impotencia, la desesperanza. Es una película que no se ve, se siente. Por momentos ni siquiera se disfruta, se padece la nieve, te acobarda ante la inmensidad, te tocas la garganta pensando que te vas a resfriar en cualquier momento.

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Hugh Glass (DiCaprio) es un cazador especialista en un terreno donde angolsajones y franceses tratan de apoderarse de los territorios de los indios en el norte de Estados Unidos en el siglo XIX. Después del brutal ataque de un oso se convertirá en una carga para sus compañeros de campaña e intentará sobrevivir al intratable clima y la antipatía de Fitzgerald (Tom Hardy), uno de sus camaradas.

Para tal fin, “el Negro” evita diferenciar entre buenos y malos, en todo caso, hay un grupo de invasores que toma por infantes a los indios, verdaderos dueños de las tierras, quienes sucumben ante la crueldad y violencia de los que llegan de fuera. Pero en el enfrentamiento entre Glass y Fitzgerald cada cual tiene sus motivos. Más allá de la amenaza que significan el uno para el otro, el verdadero rival, lo que pone a prueba la voluntad de los enfrentados es el bosque.

Para ello, el director reviste con maestría la envoltura de “El renacido” y lo hace con sentido, con la idea clara de que ese espacio inhóspito tiene que ser un enemigo invencible, descuidando de este modo la historia o estructurándola de un modo simple, lejos de la riqueza argumental de “Birdman”.

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Tanto el filme como lo que sus realizadores atravesaron es un triunfo de la voluntad, quizás esa sea su mayor riqueza, las ganas de salir avante en un proyecto que parecía caerse ante la adversidad. No obstante la amenazante naturaleza, no se puede dejar de lado la belleza que recubre todos esos espacios, creando así una comparación clara entre ser humano y los espacios que habita: ambos igual de hermosos y salvajes.

Sobresale que la cámara del “Chivo” insiste en convertirnos en los ojos del filme, en trasladarnos al espacio de la visión subjetiva, los planos secuencia están constituidos de tal modo que acompañamos a Glass todo el tiempo y cuando no está frente a nosotros nos convertimos en él. En tanto, DiCaprio tiene muy pocos diálogos porque era necesario verlo platicar con la naturaleza. A los dadores de premios les encantan las actuaciones físicas. Si le sumamos además que el actor se apropia de los silencios para crear rangos diversos que van desde el vacío a la paz, el hombre tiene medio Oscar en la mano.

“El renacido” es una declaración de amor de González Iñárritu por el cine como espectáculo, la prueba de que hay grandes historias por contar y dada la magnitud tienen que verse inmensas, la enorme pantalla de plata lo exige. Y aún cuando la anécdota no sea tan notable, siempre habrá un modo, cinematográficamente hablando, de volver a los normales en héroes y a nosotros en sus embelesados seguidores.

The revenant (2015)

Director: Alejandro González Iñárritu.
Guión: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu.
Protagonistas: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Edición: Stephen Mirrione.

Texto publicado en Azteca Noticias.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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