Al público y a los estudios de cine les encanta contar y engrandecer las historias de los chicos malos. Por eso parecía que Warner Bros. tenía en sus manos una mina de oro cuando decidió llevar a los villanos de DC Comics a la pantalla grande para conformar el popular grupo llamado Task Force X. En taquilla el invento va a funcionar, pero, una vez más, se privilegia el espectáculo y nada más.
La encomienda suicida fue para un director que, al menos con la pluma, había demostrado que podía hacer un retrato atractivo de los tipos que suelen poner a los héroes de historietas en apuro, luego de su afortunado guión en “Día de entrenamiento”, donde delineó con tino a un policía novato y su mentor y la delgada línea que divide a la justicia de la delincuencia en manos de los que cargan la placa. Y la tarea asignada funcionó, en parte.
La recaudación masiva de dólares está garantizada por ese viejo tema de la venta de la nostalgia, tan de moda ahora ante la falta de ideas originales en los estudios de cine y la facilidad de hacerse de un éxito económico sin tanto esfuerzo. David Ayer, entonces, un realizador que pintaba para marcar su paso con sus historias de violencia, sucumbió ante los deseos de los dueños del dinero y su modo de meter las manos en los productos finales.
Así, “Escuadrón Suicida” es una espectáculo visual como el que busca incesantemente Zack Snyder, hombre fuerte de los estudios Warner para ir creando el universo fílmico que DC Comics requiere para hacer frente a lo ya ganado por Marvel Estudios.
Y esas ganas de privilegiar lo que se ve sobre el fondo es el peligro al que se expuso Warner con su elección, con un cineasta que entiende muy bien el cine como negocio: lo que se ve “bonito” es lo que vende y por eso hay que saturar los colores, jugar con ellos, ponerle mucha música, coreografías por doquier, aunque haya muy poco que contar o se narre de una forma que no proponga más que dos horas de entretenimiento fácil.
Cuando decidieron que Superman merecía una película, en 1978 le encargaron el filme a Richard Donner, hombre que cumplía sin problemas con dos características: sabía vender su producto pero también entendía cómo opera el lenguaje cinematográfico más allá del efectismo. Lo mismo ocurrió cuando seleccionaron a Tim Burton para elBatman que vimos en 1989. Ni qué decir de lo que logró Christopher Nolan, colocando al mismo hombre murciélago en un nivel de narración fílmica que pocos pensamos podría ocurrir en el traspaso de las aventuras de historietas a la pantalla de plata.
Y de pronto, la elección de alguien cuyo principal mérito es la exageración o experimentación con los cromas para hacer la paleta de colores más vistosa en los cines parecía una idea que podría funcionar si se apoyaba en un guión sólido. En estas propuestas, lo escrito es lo de menos.
Por eso “Escuadrón suicida” sufre de ese terrible mal que representan las “películas para fans”: aquellas en donde uno debe acudir a la sala de cine con el bagaje necesario para entender las historias que se nos presentan pues los personajes no están ahí para explorarse y hacerlos empáticos, sino para satisfacer las fantasías de quienes conocen y arrojarnos guiño tras guiño para que atemos cabos y encontremos los “easter eggs”.
En parte es nuestra culpa como espectadores, por consumir secuelas, precuelas, trilogías y demás, olvidando que una película por si sola debe de funcionar como un todo y no como complemento o continuación de otra historia. Bajo ese pretexto, los realizadores se vuelven flojos y cuidan más las secuencias lucidoras por encima de los diálogos, los tráilers que te cuentan toda la cinta por sobre la estructura narrativas, las escenas post créditos y que todo concuerde para poder extender las historias hasta donde se pueda más allá de las ansias de ofrecer una pieza que entretenga y proponga a la vez.
“Escuadrón suicida” es todo eso pese a su reparto. Porque ni Will Smith, ni ViolaDavis, ni Jared Leto son debutantes y mucho menos actores que no hayan demostrado rangos que rayan en la excelencia. No son sus interpretaciones, son cómo fueron diseñados sus personajes. Si el espectador nuevo no lo entiende ¡no importa! Porque la idea no es que te quedes con la sensación de que te entregaron un producto redondo, sino que tienes que comprar y comprar y comprar más y todo lo relacionado a la historia para que puedas comprender.
En ese entendido, los cómics nutrieron al cine y este “arte” les hace el favor de arrojar a nuevos fanáticos a las tiendas para conseguir nuevas historietas que les expliquen qué ha pasado. Y después de eso más intentos en televisión y más adelante en plataformas digitales. Así es ahora el negocio.
“Escuadrón suicida” está plagada de flashbacks para explicar lo que ha pasado, para decirnos quiénes son estos criminales, y más allá de esa introducción, lo que se viene es una secuencia de momentos atropellados en donde los huecos argumentales se convierten en cráteres pero no importa, porque la idea principal es ver que los malos salvan al mundo cuando los héroes no pueden.
Lo de Jared Leto es tristísimo. Si bien su Joker no se parece a ninguno de los antes vistos en las historias fílmicas de Batman, su combinación de “vato loco ese” con gángster con trastornos mentales nos entrega a un hampón más cercano al delincuente venido a más que gusta de los colores chillones y las alhajas para que los cercanos vean su poder que al Cara Cortada que en algún momento intenta referenciar.
Desde “El Padrino”, las cintas sobre el ascenso y la caída de los delincuentes es algo que nos fascina, por eso vende tan bien. Pero hay modos de contar las cosas. Lo de “Escuadrón suicida” es como quien vende una casa que ha pintado muy bien por fuera y por dentro, con tonos brillantes y alegres, pero a la que no le sirven las tuberías, el techo está por caerse ante la primera lluvia de la temporada y las paredes son tan frágiles que poner un clavo es hacer un boquete. Y es una pena.
La cereza del pastel: el humor sarcástico e infantiloide con el que dotaron a personajes como el de Harley Quinn, con comentarios a destiempo y que lamentablemente se han vendido tanto antes de la película que para cuando el supuesto chiste aparece no causa gracias.
Pero, de nuevo, el desastre narrativo es lo de menos siempre que podamos ver a Batman atrapar a los criminales y a estos demostrarse que pueden ser buenos, al menos, es el mensaje que los estudios dejan claro con sus películas.
Suicide Squad (2016)
Dirección y guión: David Ayer.
Protagonistas: Will Smith, Jared Leto, Margot Robbie, Viola Davis, Jai Courtney, Cara Delevingne.
Edición: John Gilroy.
Fotografía: Roman Vasyanov.
Texto publicado en Azteca Noticias.
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