Ponle play de fin de año: esos discos británicos que la rompieron en 2022
Black Country, New Road – Ants from up there
Los londinenses van más allá del rock experimental y, como su nombre lo indica, buscan nuevos caminos por lo que alejarse de encasillamientos no sólo es imperativo, sino alentador en las manos de estas siete almas.
Aunque pretencioso por momentos, no podemos negar que se trata de un debut afortunado que nos remite a los orígenes del post punk, aunque los seis tracks que conforman el álbum tiene mucho más de jolgorio que de otra cosa.
Quizás, demasiado influenciados por las redes sociales, que suelen ofrecer fragmentos de historias y no narrativas completas, el grupo suelta canciones llenas de imágenes aisladas, atractivas, pero sin desarrollo. Su fuerte está en lo musical. Cuando dominen la lírica estaremos hablando de una consolidación.
Shygirl – Nymph
Como las sirenas, la británica nos atrae musicalmente para soltarnos cuestionamientos varios sobre la sexualidad, prácticamente para desmitificarlo y plantearnos por qué nos asusta tanto explorar y experimentar con nuestros cuerpos.
Y se permite abordarlo de diferentes formas, a ratos sardónica, en otros tracks de manera muy seria y, desde luego, con ironía, porque no hay nada más simpático que una chica que se presume “tímida” tenga tal arrojo para cantarnos sobre las imposiciones de decenas de tabús al respecto.
En este debut de larga duración nos abre las puertas de su pensamiento y de sus experiencias, no para juzgarlas, sino para analizarlas en conjunto mientras se divierte saltando entre sonidos.
The Smile – A light for attracting attention
Parece que la unión York – Greenwood no tiene forma de fallar. No porque siempre tengan éxito o vomiten ideas perfectas, sino porque es imposible no reconocer que son un torbellino de creatividad al que no le importa acertar siempre, simplemente quieren hacer prevalecer esa “sonrisa”, entre sardónica, sarcástica y amable.
Su mezcla de funk y psicodelia es impecable, con algunas referencias al Radiohead experimental y con toda la fuerza jazzística que aporta la batería de Tom Skinner.
Es un hecho: no nos va a reventar los oídos, pero para los que gozamos de los mejores modos de Radiohead y Sons of Kemmet, es tremendo.
FKA Twigs – Caprisongs
La oscuridad quedó atrás y la británica exhibe su lado más luminoso hasta ahora, acompañada de vistosos aliados y con un espíritu festivo y bailable que le va bien, pero que no tiene la densidad de los trabajos anteriores.
Pero no podemos negarle esa invitación a bailar, a celebrar que se ha despojado de fantasmas y reconocer esa entramado lúdico que ofrece en esta producción a manera de ociosidad y divertimento.
No es una obra maestra, mucho menos su música más pulida, pero es una hermosa manera de cantarle a los temas que le han interesado desde el inicio de su carrera mientras presume versatilidad. He ahí un importante logro.
Wet Leg – Wet Leg
No hay dúo más cínico (y por tanto divertido) en este momento como las británicas, que se pitorrean de ellas mismas y de la industria con sus guitarras estridentes y sonidos alocados.
Tienen una habilidad salvaje para hacer melodías y aunque son notorias sus influencias y referencias, no suenan a ninguna de ellas porque saben construir su propio modo desgarbado y entretenido para celebrar su amistad con sintetizadores y coros pegajosos.
El brillo es innegable y la diversión garantizada. Quizás no sea un derroche de complejidades técnicas o musicales, pero de que saben armar tremendo relajo y van por ello es evidente y agradable.
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