En el recuento de lo más destacado del año no podía faltar los álbumes cantados en español, que si bien no son tan nutridos como en habla inglesa, sí aparecen varios productos que levantan la mano para dar prueba de calidad.
Es el caso de la veracruzana Natalia Lafourcade, quien ha sabido nutrirse de varios géneros para alcanzar su propia voz. En sus comienzos estuvo más cerca del pop y de cierto modo esa presencia continúa, pero ha procurado la ruptura de su sonido, acercándose más al bossanova, al jazz, a las melodías latinas de antaño, construyendo a ratos una suerte de bolero dinámico. Hasta la raíz es un álbum dolido, tierno, con mucho amor, pero sobre todo con mezclas que señalan la evolución de una artista total.
Otra que comenzó el año con todo y dispuesta a no dejar que nadie le arruinara el 2015 fue la chilena Mon Laferte. La multiinstrumentalista lleva ya 3 discos de estudio pero no fue hasta este tercero que puso su nombre a sonar en toda Latinoamérica. Mon Laferte Vol 1 es un ejemplo de versatilidad, con temas que van del ska al folclore cargado de melodrama al estilo mexicano. Su potente voz y el sentimiento de las interpretaciones colocan al álbum en el punto ideal para la sufridera, con el alcohol de su preferencia y muchas ganas de pegar el grito en honor al amor que se fue.
Los ruidosos del año fueron los de . Su disco homónimo tomó por asalto a México, en donde su blues “sucio” no era tan popular. Lo rico es que nunca el género sonó tan más alejado de sí mismo y con vocales en español, además. Ya en 2013 cosecharon triunfos en su natal España y no dudamos que sigan aumentando su fama si continúan por el mismo camino, mezclando rocka-billy y punk.
Con menos bulla que en otras ocasiones, Dënver volvió con un disco disco. Alejado del pop al que nos tenía acostumbrados -al menos en la forma- el dúo chileno sigue cantándole al sexo adolescente, a la cachondería, al desconcierto en esa “edad del pavo” pero con melodías muy cercanas al eurodance. Entre el homenaje y la copia, los jóvenes favoritos de la denominada música alternativa de Chile se decantan por el house y el j-pop para construir Sangre Cita, un álbum que divide opiniones por su muy cercano sonido retro.
Los otros chilenos que pidieron la atención de los reflectores con su segundo disco de estudio fueron los de Astro. Con Chicos de la luz, la agrupación da menos importancia a las guitarras para dedicarse de lleno a los sintetizadores, una vía que Europa a abrazado con prontitud, pero que en manos de los sudamericanos suena tierno y juguetón. El “viaje” está garantizado, pero ahora es más luminoso.
Y por fin algo le sucedió. Desde Los Momentos se notaba que Julieta Venegas buscaba ese regreso a sus orígenes sin dejar el pop de lado. Los acordeones aparecen, a ratos, los ha sustituido por los sintetizadores y loops amenizando una suerte de confesión: letras donde la mexicana le canta a la nostalgia. Algo Sucede vuelve a reclamarle al escucha el marasmo, aunque de un modo dulce. No es el punto álgido en la evolución de su carrera, pero parece dispuesta a seguir explorando e intentar otras cosas.
Silva de Alegría es el proyecto solista del integrante de Furland, Sergio Silva, y con El silencio en la Tierra declara su beneplácito por la existencia. No hay mucha ornamentación alrededor de los temas; son muchas cuerdas que buscan algo cercano a lo que los expertos llaman folk. Es un tiro reflexivo a la cabeza, a lo que va: cantarle al planeta, la naturaleza, la vida. Así de simple.
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