Es turno de los discos internacionales que la armaron bonito este 2017 que está por quedar en nuestros recuerdos.
Songhoy Blues
No es fácil pensar en rock africano. En nuestra mente occidental pensamos en sonidos de tambores y tribales, pero estos hijos de Timbuktú presentan una palca divertida, amena, accesible incluso para los oídos más testarudos.
Y no esconden sus orígenes, por el contrario, aprovechan la vena más popera de Mali para crear temas llenos de energía.
Su irrupción en la escena mundial hace dos años fue una grata sorpresa y con este disco consolidan su paso firme por el mundo del funk, con sus riffs salvajes y aires de desierto.
Jens Lekman
Lleno de momentos agradables, el sueco hace de su disco un carnaval. No importa si el tema es una fumada. De hecho, son historias breves tomadas de sueños, situaciones ridículas e instantes felices.
Sabemos que es pop, pero juega con lo que tiene a la mano. Por tanto nos encontramos con ritmos tropicales y una experiencia que nos saca la sonrisa. Ese momento en que mueves la cabeza de arriba a abajo una y otra vez en señal de aprobación, porque sabes que lo que escuchas tiene para inyectarte ánimo todos los días de tu vida.
Lorde
El pop de la neozelandesa maduró junto con ella y en su segundo LP hace honor al nombre de la placa enfrentando este dilema que todos pasamos a su edad: ¿quiénes somos?
Y es un trabajo redondo porque ese tema central es abordado desde diferentes momentos ejemplificados a modo de ritmos, sonidos, y tacks pop muy bien seleccionados para que el disco signifique un recorrido, el camino de alguien que va de la euforia que brinda la soledad cuando representa una prueba para nosotros a lo amargo que significa enfrentarse con uno mismo.
Lo mejor, el melodrama que arma esta mujer no juzga las decisiones. Por el contrario. Celebra los aciertos y los errores. Y le da el tono exacto para hablarle a los jóvenes, aplaudiendo sus ganas de regarla y el valor de cuando reconocen los fallos y seguir adelante.
Zola Jesus
El dolor y el miedo son incómodos, nadie quiere tenerlos sobre su mente y cuerpo, y bajo esa premisa, Nika Roza Danilova crea un álbum difícil de digerir, ligado por completo al new age y con momentos muy sombríos.
Da rienda al sufrimiento interno, combinando letras con beats góticos que paradójicamente resultan agradables si tomamos en cuenta que el discurso necesita ser cantado de esa forma.
Un complicado trabajo de redención que como concepto apunta alto. En la ejecución, quedará en el apartado de “raro” para la mayoría de los escuchas.
Alvvays
Que la voz dulce y los sonidos calmos no les engañe. Porque mientras una chica se desvive cantando temas de amor y de la vida cotidiana de fondo hay unas guitarras rasposas, en un segundo plano bastante inteligente, que nos lleva a la conclusión de que esto no se trata de niños fresas quejándose de sus vidas imperfectas.
No, se trata de una vuelta a los 80 con mucho sintetizador y ritmos que varían entre canciones para mantenernos cautivos. Para tal fin, los canadienses se valen de todo, desde recuerdos del más rockero David Bowie hasta esta tensión controlada de bandas como The National.
Y mientras avanzamos entre temas notamos que hay una historia de encuentro, ensoñación, felicidad, desencuentro y ruptura que no nos sabe amarga porque Molly Rankin, la frontwoman del grupo, lo toma con madurez y con la certeza de que todo es enseñanza.
Un shoegaze bastante colorido, sin duda.
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