Quienes piensan que los grandes filmes de ciencia ficción deben incluir vistosos escenarios y grandilocuentes secuencias que nos muestren el futuro plagado de avances tecnológicos probablemente no aprecien la sutileza en Ex-Máquina, una película que levanta la mano para convertirse en la mejor del año en su género.
No tiene los grandes nombres a su alrededor: es el debut en el banquillo de director de Alex Garland, el mismo que fue de lo glorioso con el guión de 28 days later a lo insulso con el de Juez Dredd. De su novela La Playa mejor ni hablamos. Tampoco se involucran los actores más taquilleros, aunque Oscar Isaac va que vuela por volverse en un imán de taquilla en Hollywood. Pero, parte de lo mínimo para abordar un tópico universal: el famoso ¿y si los robots lograran sentir?
El filme abre el debate, una vez más, sobre la inteligencia artificial y la conversión de la máquina en una presencia pensante y emocional. Sí, nuestros teléfonos inteligentes y dispositivos de hoy día piensan o no recibirían esos nombres, pero, no sienten. Ese sería el siguiente paso. Y Garland debuta con una pieza que perturba y explora este deseo desmedido del hombre de querer ser dios.
Ex-Máquina es tensa, claustrofóbica y bíblica, tanto que habrán de pasar 7 días para que Ava (Alicia Vikander) logre convencer a su creador Nathan Bateman (Isaac) y al conejillo de indias Caleb Smith (Domhnall Gleeson) que es algo más que una presencia hecha a base de cables y códigos de programación. Claro, tanto nombre de raíces hebreas no es al azar.
Austera sería el término correcto para este monstruo que tiene un guión pletórico de metáforas y razonamientos que obligan a pensar hacia dónde vamos. Una de las frases más contundentes incluidas en el filme plantea que no se trata si llegará el momento en que la inteligencia artificial camine entre nosotros como cualquier vecino, sino cuándo.
Así, Ava irá comprobando que ha logrado abrazar su humanidad del modo más contundente posible: demostrar que es capaz de los sentimientos más viles del ser humano. La máxima de Tomas Hobbes nunca fue tan visible en una película: el hombre es el lobo del hombre. No hay advertencia en la hipótesis del filme, el futuro es ahora: ante esta necesidad de despedazarnos dada nuestra existencia destructiva, cada vez más complejos modos de hacernos menos en el planeta aparecerán, entre ellos, el uso de máquinas cada vez más sofisticadas.
Pese a su formato minimalista, Ex-Máquina es enormemente avasalladora, porque se preocupa por exponer los contras de este tipo de inventos. Sin embargo, no son clases de moral, es un espejo elegante por medio del cual se va dibujando nuestra humanidad. Ava y sus fallidas antecesoras somos nosotros los humanos aprendiendo del acierto y error, en nuestros contextos, eligiendo el modo correcto para sobrevivir ante lo que sentimos una amenaza.
El tema no es nuevo, la discusión existe desde que el hombre comenzó a hacer uso de la ciencia para intentar crear organismos inteligentes ¿entonces qué? Ex-Máquina es rica por sus disertaciones. El exceso de diálogos podrá aletargar al espectador menos acostumbrado a este tipo de cines, pero en esas pláticas está la “macita”, el choque de visiones entre los límites del robot y los derechos ganados.
Existe un personaje bíblico que gustaba de hablar en parábolas. Ex-Máquina es precisamente eso. Minimalista, franca, desprovista de artificio -aunque los efectos visuales no le piden nada a cualquier súper producción-, es una metáfora sobre lo que ocurre con los organismos vivos y el momento en que adquieren conciencia. Es la búsqueda de una identidad y lo que hacemos con ella cuando tratan de destruirla.
Ex machina (2015)
Dirección y guión: Alex Garland.
Protagonistas: Oscar Isaac, Alicia Vikander, Domhnall Gleeson.
Edición: Mark Day.
Fotografía: Rob Hardy.
Artículo publicado en Azteca Noticias: http://www.aztecanoticias.com.mx/notas/entretenimiento/228699/ex-maquina-una-parabola-de-cuando-el-futuro-se-humaniza
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