La Alameda Central, el Paseo de Reforma, la Avenida Juárez, el Monumento a la Revolución. Estos y otros espacios se llenaron de huesos y trajes, colores y vestidos. Joyas, plumas, sombreros y sonrisas macabras se pasearon por el Centro Histórico de la Ciudad de México porque los capitalinos decidieron divertirse y honrar a la muerte, con ese humor tan nuestro que comprende que todo es cíclico.
Calacas, diablitos, espantos y monstruos pasearon en patines, bicicletas, a pie… se adueñaron de la ciudad y dieron cátedra de elegancia.
Día de muertos, Halloween, da igual. El caso es convivir con la muerte, divertirse y hacer conciencia de que hoy estamos vivos, mañana no sabemos.
El Gobierno del Distrito Federal convocó, pero el festejo no tiene banderas, es de todos. Cerca de un millar de personas en distintas locaciones se ataviaron con sus mejores prendas para caracterizarse como muertos y se divirtieron, bailaron, rieron. Todo en honor a los que no están ya.