Imagen: Zaschitniki.

Guardianes: ¿qué clase de broma rusa es ésta?

 

Cuando se trata de cine ruso, casi siempre hablamos de complejidad, de temas densos y producciones que exponen un modo de ver el mundo desde una perspectiva nueva para los que estamos en Occidente. Eso o nos remitimos a los clásicos, quienes abordan de igual modo varios temas pero con una factura más pulida. Claro que hay cine palomero en esa parte del mundo, lo que no imaginamos fue que llegara una muestra de esos esfuerzos con algo tan pálido.

Tras el avasallador éxito económico que ha significado la invasión de películas de superhéroes en el cine mundial, Rusia no quería quedarse atrás y se dio a la tarea de crear un grupo de tipos con súper poderes que hiciera contra a lo que Estados Unidos ha venido explotando del universo de las historietas.

Así nació “Guardians“, un producto que ha generado mucha expectativa, tanto que en la plataforma YouTube rompió récords de vistas y que está despertando la curiosidad de muchos. O mejor dicho, el morbo.

“Guardians” se preocupa más por los efectos especiales que por una trama sustanciosa y se asemeja enormidad a esas propuestas fílmicas de superhéroes en donde no importaba lo ridículo del argumento, el tema era que plásticamente luciera espectacular.

Centrada en plena Guerra Fría, la película reúne a cuatro supertipos, que representan distintas zonas de la Rusia actual, que habrán de unirse para detener a su inventor: un científico loco que planea la dominación mundial para demostrar que es el mejor en lo que hace. Así, tenemos a una mujer que se vuelve invisible, un tipo que se mueve a una increíble velocidad, otro que puede hacer levitar las piedras y un último que puede convertirse en oso.

Ajá. Sabemos que no hay nada nuevo bajo el sol. Superpoderes ya vistos con algunas variantes y a los que bien podríamos llamar con nombres más populares.

Lo verdaderamente triste es que “Guardians” tiene dos efectos: que mueras de la risa ante lo ridículo del montaje o que te hartes de ver una factura tan pobre y simple como que las situaciones de peligro se resuelvan con el maullido de un gato.

Si bien, los argumentos de las cintas de superhéroes pocas veces logran una trama que no sea infantiloide, “Guardians” exagera, al grado de convertir el filme en un desangelado espectáculo de títeres con mucho dinero detrás. Muy parecido a las primeras aventuras de “Los Cuatro Fantásticos“, en donde poco faltaba para que la “Mole” fuese prima hermana de la quebrada de Acapulco.

“Guardians” se ve cool, pero no lo es. Para colmo, comete uno de los principales pecados del cine: ¿para qué diablos haces escenas donde tipos en una mesa redonda nos cuentan lo que tendríamos que estar viendo? El cine es acción. Salvo que tenga una buena justificación para crear una escena donde el mesero cuenta con pesar que el tenedor se le cayó, ¡quiero ver el momento en que cae! Los narradores en off y sus derivados son horribles.

Pero, al final el argumento y su tratamiento siempre termina siendo lo de menos en este tipo de productos, pues una secuela de “Guardians” ha sido confirmada y pese a la similitud en el nombre, no está ni cerca de lo entretenida que resultó “Guardianes de la Galaxia“.

Ahora que se viene el volumen 2, habrá que ver si se nos presenta un producto igual de desabrido, lo que parece poco probable. No porque Disney no se equivoque, sino porque después de tanto fracaso han aprendido que deben seguir haciendo producción en serie, pero tratando de cambiar el contenido, aunque el empaque sea el mismo. Los rusos están en pleno proceso de entenderlo.

 

Zashchitniki (2017)

Director: Sarik Andresyan.
Guión: Andrey Gavrilov.
Reparto: Anton Pampushnyy, Alina Lanina, Sebastien Sisak, Sanjar Madi, Valeriya Shkirando.
Fotografía: Maksim Osadchiy-Korytkovskiy.
Edición: Georgiy Isaakyan.

 

 

 

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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