“Histerias colectivas” (por aquello del transporte): uno más que decide no votar

“Histerias colectivas” es un recuento de los personajes y situaciones que ocurren a diario en México, en cualquier ciudad o estado, dentro del transporte público, en ese lugar donde los calores, olores, situaciones, pueden transformarnos en unas bestias o solidarizarnos con el del asiento de al lado.

Esta anécdota ocurre, como siempre en México, en todos lados y en ningún lugar. En la esquina donde acostumbra dar parada el autobús. Por lo general, salvo que algún accidente o suceso fuera de lo común ocurra, quienes esperamos no tenemos mayor contacto que el arreglo tácito de colocarse detrás del que va en último sitio. Eso o acaso una mirada para hacerle saber al “nuevo” que hay fila y debe respetar el orden.

Por fin apareció una unidad, pero siguió de largo. Un hombre de unos 60 años se acercó para comentarme “mala onda, el camión no paró”.

– Todos vienen llenos porque muchas personas están saliendo del trabajo. Es la hora.

– Yo también voy saliendo.

– Yo apenas voy a entrar.

El señor traía la ropa un poco sucia y usaba una gorra para cubrirse del calor. Entre orgulloso y pícaro dijo: “pues ahora me dirijo a mi otro trabajo. Soy velador”.

– ¿Cómo?

– También soy albañil. Está dura la situación, hay que sacar para la papa. Algunos son suertudos, como nuestros políticos. Esos sólo tienen que levantar la mano para ganar miles y miles de pesos. No voy a votar por ningún de esos cabrones.

El autobús se apareció, se detuvo y el señor, aparentemente ya sin ganas de decir más, sentenció: vamos; tuvimos suerte, todavía hay lugar.

Hubiera sido bueno que alguno de los que anda ahora en campaña platicara con este hombre mientras espera el transporte, aunque, no sé si todavía existen políticos en este país que usen el autobús para ir al trabajo. Que no sean días de campaña electoral, claro.

Rodrigo Aranda

Amante de la música, observador del entorno citadino, yuca de nacimiento, periodista de profesión, fan del béisbol y otros deportes que suelen poner a cualquiera con los pelos de punta.