Jurassic World estuvo muy cerca de rendir un homenaje equivocado al tema central de Jurassic Park: las ansias del hombre de demostrar su poder creador provocarán su extinción. Pero no fue así, afortunadamente, aunque la libraron por poco.
Y es que le película cambia de personajes, áreas del parque, de dinosaurios, pero no el argumento de la mítica Parque Jurásico: dos niños se pierden y alguien tiene que ir a salvarlos antes de que los ya no extintos animales se los coman.
Es como ir a una tocada musical homenaje en donde interpretarán tus temas favoritos: cantarás, gritarás, moverás las manos al ritmo de la música y saldrás del bar contento, pero sabes que lo que viste no se compara con tener enfrente a la banda que popularizó dichas canciones. Mundo Jurásico y Parque Jurásico son precisamente eso.
El mismo director, Colin Trevorrow, se declaró fan irredento de la película concebida por Steven Spielberg en aquel 1993, basada en la novela de Michael Chricton. Y se nota, se entiende que haya querido alejarse de la premisa, pero no lo consigue al 100 por ciento, por eso en vez de investigadores y/ o científicos decidió colocar a una hermosa mujer con tacones y a un rudo exmarine en el papel de rescatadores.
Y en medio de esta persecución constante, preocupa que el personaje más complejo de toda la película sea un dinosaurio que en la vida jurásica nunca existió. Eso deja mucho qué pensar, porque no hubo un intento por delinear a los seres humanos para que al menos el efecto Parque Jurásico estuviera presente: son clichés andantes. La dama, aparentemente sin corazón, que puede recorrer un parque con zapatos de tacón alto y demostrar que es igual o más dura que el tipo que controla a los dinosaurios como si se tratara de perros. Los niños se cuecen aparte, quizás porque en ellos hay más corazón dadas sus problemáticas como puberto y adolescente.
Sí, estamos ante un trabajo de fantasía plena -aunque algunos piensen que queda más en la ciencia ficción-. El hecho de presentar a un dinosaurio creado en probeta nos advierte que veremos situaciones que no obedecerán a la lógica, como Chris Pratt aplicando la psicología perruna de César Millán para que animales feroces, y que no cedieron nunca, según la ciencia, ante el hambre que les despertaba la sangre, sean “domesticados”.
En algún momento, el filme bromea con esta necesidad de que los productos sean más vistosos para que la gente no se aburra de ellos, por eso es imperante que tengan “más dientes”. Jurassic World es eso: más dinosaurios, más enfrentamientos entre ellos, menos humanos, más animales. El “dino” es el que importa, porque todos vivimos nuestra etapa de “dinomanía”.
La Indominus Rex sería el equivalente a ese Frankenstein literario o, para ser más cercano a la industria, a un Hollywood que busca incansablemente crear universos más grandes aunque en esencia sean monstruosos y se salgan de control. Y al final la culpa es del público: porque siempre quieren “más dientes”.
Para el final de la cinta hay un discurso endeble, bastante interesante y que aplica también para esta comparación “Hollywood-dinosaurio”: quien no pertenece a la manada, está destinado a perecer. Lo ajeno a los estándares del grupo no tiene cabida entre lo preestablecido. No hay spoiler, si vieron cualquiera de las anteriores tres “dinopelículas” saben que no habrá una sorpresa funesta. Es un filme familiar.
Es divertida, emocionante por momentos, chistosa, rescata elementos destacados de Parque Jurásico, pero no alcanza a desarrollar una historia novedosa o que vaya más allá de lo que vimos antes. Sin embargo, es una jugada inteligente, porque, al menos, para quienes solemos comprar nostalgia, funcionó.
Jurassic World (2015)
Director: Colin Trevorrow.
Protagonistas. Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Vincent D’Onofrio, Irffan Khan.
Guión: Rick Jaffa, Amanda Silver, Colin Trevorrow, Derek Connolly.
Fotografía: John Schwartzman.
Edición: Kevin Stitt.
*Artículo publicado en Azteca Noticias: http://www.aztecanoticias.com.mx/notas/entretenimiento/224005/jurassic-world-nada-mas-grande-que-los-dinosaurios
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