Decir “Los Hermanos Almada” en México inmediatamente nos lleva a películas clasificadas como “B”, en la que este par de directores, actores y productores se enfrentaban a narcotraficantes, malandrines y otros seres de baja estofa.
Pero por si no lo sabían, Fernando Almada también se enfrenta a reencarnaciones adoradores del diablo y se los pone a tiro. Cómo no, ¡es un Almada! (uno de los grandes iconos del cine clase B en México).
Por lo demás, esta película de 1990 dirigida por Rubén Galindo Jr. – que también coescribe- en colaboración con Carlos Valdemar, está llena de malas actuaciones, clichés, escenografía de risas, diálogos absurdos e hilarantes y por todas estas fallas, se ha convertido en una película de culto para un sector de los fanáticos del terror y es una de las pocas cintas de México que cumplen con todos los requisitos del cine Slasher.
Repito, aunque la clasifiquen de “churro” (del caló mexicano para designar una mala película) destaca el que Galindo respeta e introduce reglas del género Slasher, como el no presentar nunca el rostro del “asesino malvado del mal” hasta el final, el número de muertos supera la decena y no puedes evitar reírte en varias escenas. Los chicos Millenium no creo que aguanten la risa desde el primer minuto.
La trama no tiene nada de fantástico: un seguidor de Belcebú es sorprendido por la Santa Inquisición en pleno sacrificio de una joven doncella a quien quería hacerla madre del próximo Anticristo. Condenado al potro y otros instrumentos de tortura, el hombre no se arrepiente y es mandado al otro mundo- o al Infierno, creo que sería más acorde- de un hachazo en la cabeza.
Luego nos trasladamos a los maravillosos, únicos y terribles años noventa. Figuras populares en las telenovelas mexicanas como Ernesto Laguardia, Erika Buenfil, María Rebeca, Andrea Legarreta, Tony Bravo y Edna Bolkan artistas del cine “churro” -según los intelectuales- son los protagonistas de esta historia que resulta tan fallida que no la puedes olvidar.
Un grupo de jóvenes ladrones de tumbas van, casuales, a robar las posesiones de los muertitos de un panteón, famoso porque los cadáveres eran enterrados con oro. Y así, como si nada, los tres chicos y tres chicas comienzan su trabajo hasta que uno de ellos tropieza y ¡oh sorpresa! desciende a un cementerio subterráneo donde está enterrado el susodicho seguidor de Belcebú.
Desde luego, son irrespetuosos y provocan que este ser despierte y comience su ola de asesinatos ante quien se presente en su camino. No importa quién seas, si te topas con este hijo de Satanás te cortarán el cuello, te ahogarán, perderás una mano, la cabeza o te abrirán en canal. Así de bonito.
Poco a poco los culpables de su despertar comienzan a morir hasta que no queda más que una pareja que acepta la responsabilidad de salvar al mundo de la furia satánica que provocaron por error.
“Ladrones de tumbas” sí es una película de terror, así la clasifica la Academia de Cine Mexicano, pero su principal misión es el entretenimiento simple, algo que logra con creces y que ya a más de veinte años de su estreno, sigue siendo de la programación oficial de la televisión azteca para Halloween y Día de Muertos. Y aunque algunos se avergüencen, es un filme de culto -aunque no me gusten estas definiciones- para fans internacionales: ha sido traducida a varios idiomas y la conocen hasta en Nueva Zelanda. ¿Cómo ven?
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