En tiempos donde la corrección política ha llegado a darnos “el poder” de señalar y castigar a quienes no actúan como toda “buena” moral indica, llegó -por fortuna- un filme en donde un adulto y un joven descubren el amor, un sentimiento tan verdadero y tan puro que quizás los ojos inquisidores mal interpreten.
El ingrediente principal de este “despertar” en la hermosa “Llámame por tu nombre” es el consentimiento, punto medular para que no quepa duda de que hay dos personas unidas por algo más que la voluntad.
El argumento podría parecer escandaloso: un estudiante de intercambio estadounidense, Oliver (Armie Hammer), llega a una casa de veraniego al norte de Italia para auxiliar a un profesor que se ha instalado con su familia en el lugar para las vacaciones. Ahí conoce a Elio (un deslumbrante Timothée Chalamet, para quien los premios llegarán a raudales algún día) y entre ellos comenzará una relación de odio – admiración – amor que llevará a ambos a descubrirse como iguales.
“Call me by your name” evita el morbo porque Luca Guadagnino matiza con elegancia la evolución de la relación entre este par. No se trata, como se vende en muchos espacios, de la “cinta gay que no quieren que veas”, eso es falaz. El filme es sobre el despertar amoroso y sexual de todos, lo que alguna vez vivimos, cuando las llamadas “mariposas en el estómago” nos significaron algo por primera vez en la vida. Porque dicen que el primer “Llámame por tu nombre” (amor) es para siempre.
Y es preciosa porque el director es demasiado inteligente como para no estereotipar a sus protagonistas. No vemos movimientos delicados y afeminados en uno y otro, no hay “locas” caminando por doquier en busca de aprecio fugaz.
Todavía mejor: Guadagnino construye un filme lleno de metáforas sobre el amor que aparecen frente a nosotros y roban la atención, como esas estatuas de bronce escondidas en el mar, esperando el momento preciso para emerger y ser admiradas en todo su esplendor, aún su aspecto no sea el más pulcro, pero si en plena pureza.
Y el marco para esta entrega total es una Italia ochentera de ensueño, la provincia idónea para enamorarse, donde todo es fácil, la calma impera y las noches invitan a descubrirse. Por eso el intercambio de identidades, porque Elio y Oliver se descubren uno en el otro, pese a sus complexiones diferentes y contextos contrarios. Suman, se fusionan. Ya no es el uno y el otro.
El verdadero amor está lleno de detalles. Eso es “Call me by your name”. Una película llena de peculiaridades que dan sentido al sentimiento que devora al par de enamorados. Cuadro tras cuadro vamos comprendiendo la naturaleza de su unión. Y en medio de todo, un melocotón.
Duraznos, melocotones y albaricoques son todas frutas miembros de la misma familia. ¿La diferencia? La piel y el tamaño, así como los árboles de donde se desprenden, que no son exactamente iguales.
El diálogo sobre la etimología de la palabra “albaricoque” da luz a lo que estamos viendo. A este juego de comparaciones que inundan la cinta. Porque la piel y el tamaño de Oliver y Elio son distintos y en algún momento eso no importará, porque son semejantes, se volverán uno mismo. La escena del melocotón en la cama es mucho más que una exploración sexual, es una búsqueda de uno mismo.
Está claro que Guadagnino es fan de Bertolucci (y si no, le ha copiado todo), que tiene un modo orgánico de “entregarnos” a sus personajes, que supo ser intenso cuando tenía que serlo y dar pasos tímidos para involucrarnos por completo durante el comienzo y el fin del romance de verano. Ese que sólo dura un momento y cuando te das cuenta ya ha terminado.
Bella y salvaje, desbordada, fina y colorida. Quienes buscan escenas de sexo explícito quizá salgan decepcionados. “Call me by your name” no se trata de eso. Claro, en una relación importa mucho el coito, pero no es lo más importante. En este filme es igual. Lo que vale en esta unión se muestra sin tapujos, porque no hay nada de que avergonzarse.
Probablemente se intente vender “Call me by your name” como un producto LGBTTTI, pero es mucho más que eso. Es una película que se centra en el amor, sin colores, ni edades. No tiene etiquetas. Y eso es hermoso.
Dirección: Luca Guadagnino.
Guión: James Ivory.
Reparto: Timothée Chalamet, Armie Hammer, Michael Stuhlbarg, Amira Casar, Esther Garrel.
Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom.
Editor: Walter Fasano.