Cuando las películas de superhéroes proliferaron también aparecieron muchos memes en los cuales se planteó la interrogante ¿qué ocupaciones tendrían si no estuvieran salvando al mundo? De forma chistosa vimos a algunos de camioneros, cocineros, policías de tránsito y otras ocupaciones que según iban con las características que definían a cada personaje. “Logan” es parte de eso y de lo otro, porque es un filme en donde los protagonistas pudieran o no tener habilidades especiales y ser, aún así, una historia de una familia desintegrada y un héroe que busca la redención aunque ¿no la necesite?
“Logan” pretende ser más que la insípida reinvención de un superhéroe, desde que adquiere sus habilidades hasta que aprende a dominarlas y salvar el día. Ya se había anunciado a comienzos del rodaje que la intención era hacer algo similar a un western y James Mangold sabe del tema y lo aplica, convirtiendo al famoso mutante Wolverine (Hugh Jackman) en un tipo caído en desgracia, alcohólico y atormentado por todos los dolores del pasado.
En el mismo tenor se encuentran la llamada mente más poderosa del mundo, Charles Xavier (un estupendo Patrick Stewart), y Caliban (Stephen Merchant), dos mutantes que en algún momento entendieron sus superpoderes como una maldición y ahora, en el ocaso de sus vidas, comprenden que sus súper virtudes no les sirven ahora de mucho, o prácticamente de nada.
Y en medio de esta pesadumbre aparece una joven, X-23, que significa el futuro, la llegada de una nueva camada de personas con súper poderes que pueda defender al mundo de los villanos que nunca se acaban.
Entonces, esos tipos que todo lo pueden, que suponen la envidia de los mortales que no podemos controlar mentes o dar súper saltos ahora son vulnerables, enfrascados en una batalla contra el tiempo. Los años les pasan factura como a todo mundo y ese tratamiento funciona a la perfección dentro de una estructura western, porque si hay algo que el pistolero no puede dejar atrás es su honor, sus códigos en donde entiende que debe ayudar a los más débiles aunque en el enfrentamiento él reciba la peor parte.
“Logan” va transitando entre temas y todos los deja a medias, recordándonos con estas partes inconclusas que sigue siendo un filme de superhéroes. A los grandes estudios les ha encantado esto de convertir sus producciones en piezas multireferenciales de sus películas anteriores, de las historietas de donde nacieron las tramas y de cualquier otro producto en el enorme universo que han construido. Pero ahora, de modo inteligente, Mangold aborda con tibieza temas trascendentes como las desaparecidas y muertas de Ciudad Juárez, las condiciones de los migrantes, entre otros tópicos, remitiéndonos a “X-Men” (2000), producto que fue el inicio de todo.
Si bien la obra de Bryan Singer no fue la primera, sí se convirtió en el primer filme que trató a estos mutantes de modo diferente, dejando de lado la espectacularidad para retratar sus miedos, conflictos y la dificultad de contar con habilidades especiales. Mangold se aferra a esta idea y le saca todavía más “jugo” al apegarse al canón del viejo oeste: “Logan” es una road movie sin caballos, donde el héroe debe enfrentar su última gran misión y con ella convertirse en leyenda.
Incluso, Mangold se atreve a soltar indirectas contra los filmes de superhéroes de peor y mediana factura al colocar al viejo Wolverine, con cómic en mano, en una situación donde asegura que lo escrito y narrado en dichas historias no son más que una sarta de idioteces, tramas inventadas por gente que nunca estuvo en el lugar de los hechos para vivir lo ocurrido. Y esta metaficción es precisamente en lo que el denominado Universo Marvel se ha convertido: un argumento que refiere a otro y a otro y en donde la verdad o lo ocurrido es algo que nos contaron. Es un plan maestro, es un modo de revivir al héroe por décadas, hasta que el público eventualmente se canse de que alguien resuelva el mundo con sus grandes poderes en el cine.
El gran acierto del “Logan” de Mangold es que el trazo de estos personajes tira más para el lado del humano que del mutante, tanto así que las secuencias de acción son largas y algunas innecesarias; lo más rico es el planteamiento de este padre que el protagonista no pidió y a quien debe cuidar, de esa hija que tampoco quiso tener y que ahora necesita de su ayuda… el filme logra lo que pocas historias de superpoderosos han alcanzado: conmover.
De eso se trata “Logan”, son héroes de carne y hueso. Bueno, adamantio, en este caso. El mismo material que según le hacía indestructible ahora le envenena. Y para sacarse toda la porquería que lleva dentro el personaje en cuestión debe de librar esa última batalla, la que le llevará a ser el tipo que todos saben su nombre y su sacrificio.
Definitivamente es un gran adiós, aunque sabemos que algún sustituto aparecerá, porque si fuéramos justos con estos héroes habría que dejarlos descansar. Pero aquí no se trata de lo digno, sino del dinero.
En tanto, Jackman, gracias por tanta “garra”.
Logan (2017)
Dirección: James Mangold.
Guión: Scott Frank, James Mangold, Michael Green.
Reparto: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Dafne Keen, Boyd Hoolbrok, Stephen Merchant.
Fotografía: John Mathieson.
Edición: Michael McCusker, Dirk Westervelt.