La enorme diferencia entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia ofrece bríos de tranquilidad al mundo, ya que como bien dice la canción “no todo está perdido“.
Lo que parecía el inminente triunfo de un personaje político con fuertes señales de racismo, extremismo y nacionalismo, no tuvo el suficiente impacto para convencer al electorado galo que decidió aglutinarse en torno a un solo proyecto, aunque éste carezca de una total aceptación. El objetivo era claro: cerrar el paso a una fuerte amenaza que puede desestabilizar no sólo a la Unión Europea, si no también a todo un sistema de libre mercado y colaboración global que mucho trabajo ha costado ir fortaleciendo.
Es importante no perder de vista que tras los controvertidos resultados en procesos como el Brexit, la elecciones norteamericanas con el triunfo de Donald Trump o el referéndum en Colombia, todos sucedidos en 2016, las expectativas en torno a lo que pueda pasar en Francia eran muy altas. Se temía el peor resultado, el triunfo inminente de una opción política de extrema derecha.
Por ahora Macron queda con el alrededor 66% de la votación contra un 34% de Le Pen, quien ya ha declarado que continuará por la vía de movilización social política para promover su proyecto.
Como sea, este escenario político en el viejo continente es una vela para el mundo que aún sigue escribiendo su historia con capítulos buenos y resultados de preocupación, siempre a la expectativa de culminar más y más episodios con el Himno a la Alegría como signo de esperanza.
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