La corona de los blockbusters del verano parece que ya tiene un rey: está loco, desorientado y con ganas de liberarse de los fantasmas del pasado. Es Mad Max: Furia en el Camino, una película salvaje que reivindica los esfuerzos que antes intentaron infructuosamente nombres como Spielberg y Lucas.
Y mencionamos estos dos pesos pesados por ser los máximos referentes de una ola de producciones de antes de los 90 que han sido presa de la moda de las reinvenciones y los reboots, la “secuelitis” y los spin-offs. Mad Max se libró de la maldición, viene recargado, más espectacular y violento que en sus orígenes en 1979. Afortunadamente, George Miller, el mismo cerebro que lo parió para influir al cine post-apocalíptico, estuvo al frente y superó con crecer lo hecho en su anterior trilogía.
Si las anteriores cintas nos mostraron un mundo que iba perdiendo su orden y se precipitaba a un inminente caos, Mad Max: Furia en el Camino es el retorno a lo primitivo, la pérdida de todo sentido de humanidad en donde los poderosos dominan en modo salvaje y el agua es un bien suntuoso que se regala a cuenta gotas.
Y en medio de esta especie de monarquía está Max (Tom Hardy), el otrora policía que actúa por instinto porque las leyes que juró hacer prevalecer se vieron rebasadas por la irracionalidad. Lo acertado en esta reinvención de la imaginería de Miller es que el protagonista es un soporte para la verdadera historia: el plan de la emperadora Furiosa (Charlize Theron).
Miller le dio la vuelta a la historia para ofrecer una suerte de tributo a esas mujeres que puso como constantes víctimas en la trilogía anterior. Mad Max se trata del empoderamiento de las féminas y la promesa de que si existe todavía un futuro ante la barbarie que se avecina saldrá de sus mentes e ideas.
Por eso el cineasta prefiere dejar a Max como el “fulano”, el “tonto”, el sujeto que se apareció de repente y le dio por ayudar a unas mujeres en fuga. El filme es un espectáculo total pero es en su historia base donde es realmente rica.
La altamente contrastada paleta de colores embona a la perfección con las posturas ambivalentes de los bandos que se encuentran: por un lado los enajenados, los convencidos que tienen la gloria asegurada si obedecen sin chistar a los formatos de su líder, del otro, las mujeres que buscan una vida digna para todos, aún cuando nazcan deformes o con problemas físicos.
Porque Mad Max es muy clara en ese sentido: la corrupción de la sociedad, moral, del alma, tiene como consecuencias seres a medias que sólo saben vivir como bestias.
No hay carreteras, no hay caminos, no hay una guía, en el mundo de Mad Max lo que prevalece es el polvo, los restos de un mundo que intentó ser próspero pero cuyos habitantes agotaron sus recursos y sólo les queda lo único para lo que son buenos dados sus instintos primarios: la guerra.
El protagonista evolucionó. Ya no es más el antihéroe con la sonrisa de ensueño. Es un tipo que alucina con sus miedos y sólo busca sumar minutos de vida. No busca la venganza, no entiende de ajustes de cuentas, la desolación le rige. En contraparte, hay una mujer buscando la redención, darle a otras féminas la oportunidad de vivir su género con plenitud y no como simples objetos para la preservación de la especie y la satisfacción corporal.
Pero lo más importante: vemos explosiones y disparos por doquier, persecuciones estupendamente coreografiadas y hasta momentos chistosos. Y todo ello es soporte para un mundo loco que exigía ese desparpajo con que las máquinas y los cuerpos se destruyen como si fueran nada. Los efectos visuales son el vestido, la historia es el cuerpo, firme, sólido, sobre el que Miller depositó su talento.
Existen muy pocos diálogos en el filme, lo que para nada limita el gran trabajo del reparto, todos sacrificando el físico para hacer más creíbles a sus personajes. Por tanto, Theron, un monumento de mujer, no dudó en sacrificar su hermosura para interpretar a una mujer bronca y con convicciones. Hardy vuelve a portar, como hiciera en The Dark Knight Rises, una máscara durante gran parte del filme y Nicholas Hoult es una cosas rara que hay que ver para comprender.
Sí, hay que estar muy loco para hacer lo que Miller con la nueva aventura de Max, pero ¡benditos excéntricos que nos regalan mundos cinematográficos tan vistosos, emocionantes y complejos y no simples efectos sin sentido!
Mad Max: Fury Road (2015)
Dirección: George Miller.
Guión: Brendan McCarthy, Nick Lathouris, George Miller.
Protagonistas: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne.
Fotografía: John Seale.
Edición: Jason Ballantine, Margaret Sixel.
Texto publicado en Azteca Noticias: http://www.aztecanoticias.com.mx/notas/entretenimiento/221161/mad-max-el-presente-es-de-los-locos-y-miller-es-su-guia