Mi villano favorito 3: se acabó la maldad

 

La premisa de “Mi villano favorito” fue su principal carta de presentación incluso cuando la ambición orilló a Illumation Entertainment a seguir monetizando con Gru y esos seres amarillos que tantas diversiones nos han entregado. Y en “Mi villano favorito 3” se quieren contar tantas cosas que aborda sin idea cuatro ejes argumentales, convirtiendo la cinta en un compendio de nada.

Claro que hay una evolución de los personajes, hasta los mismos minions, esos personajes amarillos que son malos pero encantadores, tienen un sitio de importancia en esta secuela -lo justo pues robaron cámara desde la primera cinta-, pero el intentar que todas estas subtramas cuajen el filme termina como entretenimiento familiar por debajo del promedio: a los más jóvenes de la casa les encantará, los adultos van aburrirse mucho.

De nuevo estamos ante un producto de transición, donde no importa tanto el resultado del mismo sino que se prepare el camino para un número indeterminado de secuelas en donde cualquier de los involucrados puede ser protagonista. De ahí que se manejen cuatro grandes caminos: el del villano con cualidades que se pasa del lado de la justicia, el de la mujer que va descubriendo de qué se trata ser madre aunque no lo sea biológicamente; el de las cosas raras amarillas que emprenden una aventura sin el que fuera su líder mucho tiempo; y el de las niñas que crecen y van que vuelan a ese difícil momento en el que uno se convierte en adolescente.

Así, nos encontramos con más de los mismo pero por partida doble: Gru (voz de Andrés Bustamante) encuentra a su hermano gemelo Dru (también Andrés Bustamante) y descubren que juntos son dinamita para hacer fechorías.

Quizá que tantas manos dirijan ahora el destino de los antes villanos es lo que hace ver el filme como elaborado con retacería: de una historia saltan a otra sin una conclusión o un trayecto definido. Por eso parece más la presentación de muchos cabos sueltos que habrán de unirse en un futuro que un trabajo que tenga una idea clara de qué quiere ser.

Y ante la falta de cohesión, “Mi villano favorito 3” carece de ritmo y emociones. Salvo los momentos en que los minions se convierten en protagonistas de esta nueva entrega, todos los demás son pequeños sketches que intentan relacionarse entre sí y no dejan más que un desorden que está muy, pero muy debajo de lo visto anteriormente con los mismos personajes.

Desde la primera cinta entendimos que los minions fueron colocados ahí para alargar momentos, ser quienes introduzcan el pastelazo y las sonrisa cuando los que dirigen no supieran hacia dónde ir, pero ahora se excedieron y el mismo tratamiento aplica para las tres niñas involucradas, logrando con esto que ninguna de las cuatro historias a desarrollar alcance un evolución concisa.

Todos en “Mi villano favorito 3” perdieron la chispa. Se trata de momentos simpáticos aislados que tratan de juntar con cinta adhesiva y sin la idea clara de cómo lograr que la historia fluya. Lo que encontramos es un desastre narrativo, con momento chistosos, sí, pero que no atrapan y mucho menos emocionan.

Habrá tiempo para que enmienden el camino, sin duda. Pero está claro que aquí no hay más cabida para la propuesta, con el cambio de villanía a sentido de justicia de Gru se fue el encanto, no porque nos guste que sea malo, sino porque en aquel entonces había una historia diferente por contar. Ahora se ha insertado en la fórmula de todos, convirtiéndose en una película más del montón.

 

Despicable Me 3 (2017)

Dirección: Pierre Coffin, Kyle Balda, Eric Guillon.
Doblaje México: Andrés Bustamante, Andrea Legarreta, Edgar Vivar, Jay de la Cueva.
Guión: Cinco Paul, Ken Daurio.
Edición: Claire Dodgson.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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