Tanto talento reunido auguraba que Mortdecai podría significar un alegre momento cinematográfico. Pero tiene el problema que implica reunir tanto recurso por explotar: no saber qué hacer con ello.
Mortdecai intenta burlarse de las películas británicas de espías y para ello recurre al absurdo, pero en exceso, y es ese libertinaje el que convierte al personaje principal, interpretado por Johnny Depp, en un compendio de pucheros y berrinches que no causan gracias, sino pena. Y es que el actor parece decido a interpretar roles excéntricos pero con poca sustancia.
El filme se basa en una trilogía de libros que alcanzaron éxito tras su salida por la combinación de humor y crimen alrededor del mundo del arte. La película es graciosa, por momentos, pero hay un empeño por parte del elenco en ser chistosos porque son raros y eso resta todo mérito a una propuesta que parecía llegaría a más.
El protagonista, un traficante de arte, es reclutado por el MI5 británico para ayudar en una investigación relacionada con una pintura realizada por Francisco de Goya. A la aventura se sumarán la esposa de Mortdecai, su fiel guardaespaldas, entre otros.
El personaje creado por Depp es cercano de modo estrafalario al Austin Powers de Mike Myers y al inspector Clouseau de Peter Sellers, pero recargado, rococo, extremo, para no seguir con adjetivos: es un tipo que debería ser exquisito y culmina como un payaso.
Los dos íconos cinematográficos anteriormente mencionados, aunque diferentes, tenían esta construcción cimentada en una característica que alimentaba a los filmes en donde aparecieron: Austin Powers era lujurioso y desparpajado y las películas iban en el mismo sentido; Clouseau era despistado y tonto y transitaba por una atmósfera similar. Mortdecai, el filme, tiene muy claro que se trata de un broma y el director, quizás, creyó que lo ideal sería que los personajes fueran bufones y no pilares.
Puntos a destacar: la cuestión estética es simpática, dados los contrastes entre la historieta vintage y situar a Mortdecai en la actualidad. Fuera de eso, hay un ir y venir del recurso del “pastelazo” para hacernos reír, una risa que quizás sólo se libere si andamos de necios, cuando hasta el vuelo de una mariposa detona la carcajada.
El filme es plano en exceso, con un mismo tono y ritmo por cerca de dos horas y ni las miles de muecas de Depp logran que el tránsito hacia el final sea agradable. Los diálogos parecen construidos únicamente para dar pie a que alguien tropiece con una cáscara de plátano y no se entiende tanto desperdicio con actores de probada capacidad.
David Koepp tiene cierto prestigio como guionista y un desempeño con altibajos como director. En esta ocasión hubo mucho talento desperdiciado porque, aparentemente, la idea es que haya una comparsa adecuada para que Depp sea tan ridículo como sea posible.
Mortdecai es un disparate, uno que pretende valer por la cantidad de gags que hay en el filme y no por una construcción adecuada de un mundo donde al arte es igual o pero que una conjunto de bandidos.
Mortdecai (2015)
Director: David Koepp.
Guión: Eric Aronson.
Protagonistas: Johnny Depp, Gwyneth Paltrow,Paul Bettany, Ewan McGregor, Olivia Munn.
Fotografía: Florian Hoffmeister.
Edición: Derek Ambrosi, Jill Savitt.