Sabemos que las películas de superhéroes deben cumplir ciertas normas mínimas de entretenimiento, por lo que el anuncio de Marvel sobre lo que se vería en “Pantera Negra” nos hizo pensar que Disney presentaría una historia de revoluciones dulcificada. Y así fue.
Igual y lo intentó y el peso de la industria aplastó sus anhelos, pero Ryan Coogler no logró apropiarse del proyecto para llevarlo a un punto más allá de diálogos superfluos que presentan a la cultura afroamericana como la lucha de moda y no como una realidad añeja que mantiene aún a millones de personas segregadas por su tono de piel.
Pese a todo, “Black Panther” es el filme más “revolucionario” de Marvel, lo que no significa que pueda competir en argumento con cintas de denuncia que abordan el tema de modo magistral. Si somos estrictos, “Pantera Negra” es una especie de película temática para principiantes.
Por la naturaleza del producto, era imposible pensar que fuera de otra manera, pese a los esfuerzos para hacerla más compleja. Incluso se atreve a ser violenta, tal cual es el pleito de ideas en torno al racismo y la conquista de los derechos humanos. Pero no es suficiente, no porque el pretexto de que va dirigida a un público juvenil no ha frenado a otros autores para lanzar una bomba al cerebro que cuestione la explotación ancestral de la llamada gente de color.
El filme tiene dos lecturas evidentes. La primera, en el universo de los superpoderosos que todo lo pueden, la fantasía domina por completo las ideas y resoluciones de los protagonistas. Tan es así, que la facilidad de revivir a cualquiera dados los recursos tecnológicos que se nos presentan, no concuerda para nada con las millones de muertes ocasionadas por el abuso sobre una raza.
Pero cuando quiere ponerse seria, cuando propone entender el mundo como un sitio donde el aislamiento forzosamente lleva a la extinción, la cosa cambia.
Dirigir o gobernar un país no es una lucha entre buenos y malos como la mayoría de la gente piensa. No se puede satanizar a todos los miembros o simpatizantes de una idea política contraria a la nuestra porque el ser humano tiene esta naturaleza dual que le permite actuar en beneficio de unos y cometer actos que destruyan a otros. Y para tomar las riendas de Wakanda, T’Challa (Chadwick Boseman) tendrá que elegir hacer ambas cosas, equivocarse, rectificar y volver a errar. Es en esos momentos donde “Black Panther” deja de ser una película de superhéroes donde alcanza sus mejores notas.
Una vez más, los villanos de este tipo de películas no son más que un pretexto para explorar la benevolencias de los protagonistas. Ulysses Klaue (desperdiciado Andy Serkis) es de estos tipos que hacen las cosas por capricho, sin un fin determinado, ya ni siquiera por dinero, parece de estos “malos” de las caricaturas que actúa sólo para demostrar que es “malo”. Por otra parte, Erik Killmonger (Michael B. Jordan) transita de cliché en cliché para finalmente llegar a un punto donde su personaje realmente demuestra cierta valía: cuando expone ideas en pos de una liberación y acabar con el dominio sobre su especie hasta convertir la propuesta en una intentona de dominio.
El problema de “Black Panther” es la principal riqueza (en los cómics) de Wakanda: el vibranio. ¿Por qué? Porque permite a los realizadores resolver todo como por arte de magia. Porque este elemento todo lo puede y ante esta condición todo nudo se desata como si nada.
Marvel está aprovechando el momento, no quieren ser “tan blancos” como los premios Oscar y saben que su público le aplaudirá el invento. No sólo proponen ser políticamente correctos, sino que establecen las reglas para que sus posteriores producciones puedan transitar por ese camino. Así que, el héroe de la diversidad que se nos ofrece palidece cuando utiliza sus súper cualidades.
Se trata pues de entretenimiento sólido que funciona muy bien como previo al evento fílmico de Marvel: “La guerra del infinito”. Y no da para más.
Black Panther (2018)
Dirección: Ryan Coogler.
Guión: Ryan Coogler, Joe Robert Cole.
Reparto: Chadwick Boseman, Michael B. Jordan, Lupita Nyong’o, Martin Freeman, Danai Gurira, Angela Basset.
Fotografía: Rachel Morrison.
Edición: Debbie Berman, Michael P. Shawver.