Ponle play
Alanis Morissette – Such Pretty Forks in the Road
Aunque ahora es una señora que por fin decidió asumirse como tal y dejar los reclamos de los 90, su sonido no ha podido cambiar de década para adaptarse a los nuevos tiempos, es decir, no hay nada refrescante en sus melodías, pero sí en los temas que aborda en este noveno larga duración.
Aunque por momentos llega a emocionar a quienes vivimos junto con ella ese paso de la adolescencia a la edad adulta y las realidades respectivas, el más reciente trabajo de la canadiense no pasa de la anécdota. Su voz melancólica, y a ratos rasposa, denota a una mujer que ha tenido que sortear dificultades varias y eso se siente en su canto, no así en lo musical, desprovisto de un intento de comulgar con las letras.
El tono confesional del álbum nos lleva a momentos turbios, pero con pocos matices, y esa oscuridad no conecta en pleno con los ritmos y variantes de un disco que representa una suerte de estancamiento musical, aunque es notoria la necesidad de sacar tanta negatividad de su sistema.
El Columpio Asesino – Ataque Celeste
Los de Navarra dejaron las líricas cortantes para otra ocasión, pero no estamos ante un trabajo menor. De hecho, aunque no hay un intento ahora por hablar de los pecados de la colectividad, encontramos un anhelo por hablar del desgano personal, situación que embona perfecto en un 2020 de desilusiones.
Más pop que nunca, la banda continúa por la senda oscura que representó a su álbum anterior a éste y nos llena de imágenes violentas para deshacernos en reproches ante los planes arruinados por la crisis sanitaria.
El brío que imprimen en este nuevo larga duración nos hace dudar que se traten de una agrupación con más de dos décadas a cuestas, porque pese al tinte sombrío del álbum brillan con tremenda energía.
Sonic Emerson – Si tan solo supiera por qué estoy aquí
El primer trabajo solista de quien forma parte de interesantísimos proyectos como Mint Field y Los Blenders llega cargado de atmósferas psicodélicas para ofrecernos un recorrido hipnotizante a una íntima producción.
La pausada voz de Sebastián Neyra contrasta con las distorsiones que resuenan todo el tiempo, convirtiendo este disco en un viaje contradictorio: áspero por un lado pero calmo y tranquilizante por el otro, como una batalla entre el protagonista y su entorno, uno al que no pidió llegar pero al que debe enfrentar.
Se nota que el productor vive enamorado de los ritmos de los 60 y 70.
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