La comedia de enredos de Hollywood no siempre es torpe y sosa. Varios exponentes han logrado encantar con variadas propuestas pero no queda duda que son pocos quienes logran mofarse de modo elegante y a la vieja usanza. Los Coen han perfeccionado esta forma de narrar sus historias y en “¡Salve, César!” coquetean con el homenaje y la parodia de un modo muy disfrutable.
Lo de Joel y Ethan Coen es una nueva confirmación. Hábiles realizadores de guiones mordaces y finos, logran recrear el Hollywood de los 50, ese que quería a toda cosa hacer de su star system sinónimo de un grupo con alta calidad moral y conducta intachable. Para tal fin era necesaria la labor de un apagafuegos como Eddie Mannix (Josh Brolin), encargado de resolver esos asuntos de los estudios de cine que la prensa no debía saber.
El protagonista está más preocupado por el “pecado” que significa fumar que por los destinos de actores y actrices a quienes debe ayudar a ocultar sus secretos o hacerlos visiblemente seres inalcanzables con conductas intachables.
El desfile de personajes tipo es tan simpático como variopinto -además de que hacen clara alusión a figuras cinematográficas bastante notorias-: el director quisquilloso al que se le impone el actor de moda, el extra venido a protagonista que no entiende mucho de actuación, la actriz que enamora a la cámara pero es como un trailero con falda cuando está fuera de cuadro… y en medio de todos, un grupo de reaccionarios que buscan cambiar las formas de distribución de la riqueza en Hollywood. ¿Así o más extravagante?
Pero los Coen no son payasos, no buscan la risa fácil y al tiempo que van atando estas aparente historias inconexas van creando el escenario ideal para reflexionar sobre esa “máquina creadora de estrellas” que parece haberse extinguido.
Sin embargo, es demasiada atractiva para quienes tienen referencias o conocen el cine de aquel entonces, pero no pasa de la anécdota que ocasiona una sonrisa para los que tienen a los nombres como Cary Grant, Gene Kelly, Charlton Heston,Esther Williams y/o Carmen Miranda como un referente vago.
No obstante, la recreación vale la pena. Los Coen no pretenden burlarse sin sentido, por el contrario, la nostalgia es su principal herramienta para hacer una comedia con tintes de romanticismo y un dejo de admiración por una industria que buscaba ser ejemplo de conducta aunque por dentro estuviera abarrotada de excesos y personas partidarias de la vida desenfrenada.
Se trata pues de un recuento cínico de la industria que aparentemente ya no existe, sin alcanzar los niveles de brillantez de otras cintas de los Coen, pero con el sello particular de la construcción elegante de historias que son mucho más que una mueca o pastelazo. La ironía es que hay muchos personajes trazados al modo de una caricatura, pero, por extraño que parezca, fueron reales. Pese a lo tonto de la atmósfera, alguna vez los estudios de cine se rigieron de ese modo y sus “estrellas” no eran un monedita de oro.
En esta ocasión pesó más el espectáculo visual, lo que no implica que no sea una divertida forma de recordar que antes, hasta para parecer estúpido, Hollywood se vestía de colores chillones: había mucho deslumbrón y poca sustancia.
Hail, Caesar! (2016)
Dirección, edición y guión: Ethan Coen, Joel Coen.
Protagonistas: Josh Brolin, George Clooney, Alden Ehrenreich, Scarlett Johansson, Tilda Swinton.
Fotografía: Roger Deakins.