Cuando Disney anunció que la atracción de Los Piratas del Caribe serviría como base para hacer una película muchos pensamos en un fracaso rotundo… y nos callaron la boca. Pero se casaron con la idea, persiste en la mente de los que financian cine en esa compañía de que hay muchas cosas por hacer. Y tocó el turno a Tomorrowland. Y el mañana tiene muchos colores, es vistoso, es ostentoso… es mucho brillo y poca sustancia.
Tomar como base una atracción de un parque de diversiones para desarrollar un guión cinematográfico parece demasiado amable, pues puede recrearse cualquier historia, al final de cuenta sólo tomamos referencias. Y sí, Tomorrowland está repleta de ellas. Quienes hayan tenido la fortuna de visitar Disneylandia podrán enumerarlas. Quienes hayan crecido bajo la influencia del emporio del ratón Miguelito también. Pero no basta.
Brad Bird ha hecho cosas asombrosas en el mundo del cine de animación. Su fuerte: poner a familias en conflicto y desarrollar finales felices que hagan que la unión de los vinculados por la sangre luzca fuerte y poderosas. No es broma, lo hace muy bien.
Pero cuando se ha atrevido a contar historias donde las familias no son el núcleo, los resultados han sido irregulares, salvo Up, un filme conmovedor hasta no más, que hubiera sido excelente como cortometraje, con tan sólo esos primero 7 minutos de una historia de amor, a la postre una familia.
Ahora Bird tiene a una familia en Tomorrowland, pero eso pasa a segundo plano, porque de lo que se trata es de vendernos la ideología del hombre que construyó el emporio: Walt Disney.
Rumores acerca de su persona hay miles, así como testimonios y supuestos, la verdad se quedará en la tumba -o congelada, según algunos dichos- pero lo cierto es que fue un visionario, un tipo que creía en un futuro mejor y en la energía de cada persona para hacerlo diferente. Y de eso se trata Tomorrowland. Pero tarda tanto en llegar hasta ese punto que se vuelve cansada y odiosa.
El problema del guión es que trata de construir un misterio alrededor de los personajes principales y para llegar a él se viven situaciones muy absurdas, que ni siquiera son entretenidas o hechas adrede: son un lastre, no necesitamos 40 minutos de más porque hay un secreto oculto entre Frank Walker (George Clooney) y Athena (Raffey Cassidy).
Se supone que sea un viaje sorprendente, en donde la tecnología y la naturaleza se fusionan para una existencia amable del ser humano, en una tierra de prosperidad. La utopía. Y como tal, no existe, dejaría de ser el futuro utópico, más bien hay una carta de buenos deseos que legó el señor Disney y que tratan de mezclarse en el filme, de modo atrabancado, hacia el final de la película.
Sí, hay un problema de ritmo. Porque Tomorrowland se trata de lo que se ve aunque no haya una historia sólida detrás. Bird es un especialista para poner las cámaras en el punto exacto donde los vertiginosos traslados de los actores nos trasmitan esa sensación de velocidad, vértigo, impacto. ¿Pero de qué sirve si detrás está una bien intencionada lista de buenas acciones a realizar sin un sustento fuerte en el filme?
A destacar: la chica Cassidy, ese nombre sonará constantemente en las marquesinas. Tanto que logra opacar los grises roles que personificaron Clooney y Hugh Laurie.
Fiel a la tradición, Disney tiene una historia optimista por presentar. Eso hay que aplaudirlo, siguen firmes en su tarea de continuar la ideología de su fundador. Y pese al inicio pesimista de la película, su verdadera esencia se desvela de a poco, de forma lenta, demasiado.
Tomorrowland pide a gritos que creamos en un mejor mañana, que es posible, que el futuro puede ser brillante, aunque el mismo filme resplandece, con mucho esmero y poco contenido. Sí, hay una atracción en Disneylandia que te permite ir en un bote y escuchar a unos muñecos cantar que en el mundo hay risas y lágrimas, esperanza y miedos, pero que es un mundo pequeño, después de todo. Tan pequeño que sólo una pequeña parte de la población global puede pagar para subirse a ese bote, los demás, pues son los demás.
Tomorowland (2015)
Director: Brad Bird.
Guión: Damon Lindelof, Brad Bird.
Protagonistas: George Clooney, Hugh Laurie, Britt Robertson, Raffey Cassidy.
Fotografía: Claudio Miranda.
Edición: Craig Wood, Walter Murch.
Artículo publicado en Azteca Noticias:
Tomorrowland: un deslucido mañana y muchos buenos deseos