Un cadáver para sobrevivir: la vida entre pedos y absurdos

 

Vivir es un pedo. Me explico: es complicado, no es tan simple como nacer, crecer, desarrollarse, morir. O igual y sí. Porque vivir es un absurdo. Uno llega a este mundo con una certidumbre única: algún día, tú, yo, todos, vamos a fallecer.

 

Dan Kwan y Daniel Scheinert deciden tomar ese absurdo para construir en “Un cadáver para sobrevivir” una historia de amistad, de compañerismo, pero también de reconciliación con la vida. Porque Hank (Paul Dano) está atrapado en una isla desierta pero no es la falta de alimento lo que le está matando, es el aburrimiento, el no tener nada qué hacer, la falta de compañía. Esa soledad es el primer gran absurdo.

 

Porque el protagonista ya estaba aburrido desde antes. Abandona la vida urbana porque quiere encontrar la paz. Y pese a la soledad, tampoco la encuentra. Es entonces que se topa con una especie de zombi, un hombre muerto que dada su rigidez y condición puede servirle como instrumento para varias cosas, como la navaja suiza que da título al filme: Manny (Daniel Radcliffe) es como un muerto viviente que debe de recordar qué fue de él mientras estuvo vivo.

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Absurdo dos: el cuerpo de Manny es un contenedor de agua, una máquina de gases, incluso una brújula: su pene se activa cuando se excita y muestra “el camino a casa”. La escatología al servicio de la supervivencia.

 

Pero aquí no se trata de bromas, sino de condiciones naturales. Esas flatulencias que nos ocasionan inmenso placer cada que podemos deshacernos de ellas son las que mantienen a Hank con vida y es uno de los muchos componentes que conforman esta gran metáfora sobre la vida, esa que a veces sentimos que apesta, que no es como queremos, en donde andamos como muertos porque no sabemos apreciar las maravillas más comunes de la existencia.

 

La ópera prima de Dan Kwan & Daniel Scheinert tiene cierto encanto durante su primera mitad, porque no sabemos si nos van a explicar qué es lo que tienen a Manny en un estado zombi y por qué Hank decide conservarlo. La incógnita es la que nos mantiene alertas, expectantes. Ese muerto multiusos va descubriendo sobre los amigos, el mundo, el amor. Y una vez que ha llenado su mente de anhelos, viene el desencanto.

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Hank y Manny son un espejo: el primero aprende que las desgracias son parte del aprendizaje, pero nadie experimenta en pellejo ajeno, tenía que aparecer alguien igual de inanimado que él para darse cuenta de que cada segundo cuenta.

 

Lo que se viene para el cierre hace que el filme sea más excéntrico todavía, lo que le convierte en un producto amigable más no fino. Y los gases no tienen nada que ver.

 

Se trata de una obra que ejemplifica lo que pasa con el cine de buenas ideas: no precisamente tienen una factura virtuosa pero hay en el fondo muchas ganas de contar algo. Los modos funcionan a ratos, la risa está garantizada. Pero para cuando la película se pone seria muchas cosas quedan en el aire. Esa falta de cierre es la que no permite que el filme llegue más allá de una buena anécdota.

 

Pero la vida es así. No hay respuestas para todo. Al menos, no las tenemos ahora y eso que la humanidad lleva siglos preguntándose ¿qué pedo? ¿qué hacemos aquí? Hank entiende que se trata del viaje, no del destino. “Swiss Army Man” es eso: lo que importa es el recorrido, no el final, uno bastante débil, además.

 

Dirección y guión: Dan Kwan, Daniel Scheinert.
Protagonistas: Paul Dano, Daniel Radcliffe, Mary Elizabeth Winstead.
Fotografía: Larkin Seiple.
Edición: Matthew Hannam.

 

*Imágenes tomadas del sitio oficial de “Swiss Army Man”.

Juárez Góngora

Es orgullosamente yucateco. Egresado de la licenciatura en Periodismo en un colegio de la tierra del panucho y el salbut. Le dio por conocer varias zonas del país hasta que se avecindó en la Ciudad de México, donde se dedica a hacer textos para el mundo del internet. Amante de la literatura, melómano, pero primordialmente cinéfilo, de niño repasó películas en formato Betacam una y otra vez, hasta que finalmente, un buen día, fue al cine y de ahí no pudo salir.

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