Estimado señor Zemeckis:
La siguiente es una carta de agradecimiento. Supongo que una vez llegados al 21 de octubre de 2015 y ante la discordancia entre lo que nos presentó en su película “Volver al Futuro II” y lo que ocurre hoy en el mundo no queda más que darle infinitas gracias.
Es así porque, al menos para mí –y estoy seguro que para muchos que en su infancia y/o adolescencia pudimos ver la trilogía que protagonizan Marty McFly y el “Doc” Brown– sus historias futuristas nos dieron lo que necesitábamos: una idea para formar nuestro futuro.
Debo confesar que para el momento en que tuve contacto con sus filmes no era consciente de cuestiones técnicas, de estructuras narrativas o actuaciones memorables. Sólo era un chico que se sentaba frente a un televisor de bulbos y aprovechaba la cercanía de un videoclub en donde rentaban películas en formato Betamax. Es más, su historia fue de las primeras en cautivarme pues prefería jugar el yoyo, el trompo o quemados con los chicos de la cuadra.
Sí, tengo que agradecerle. La historia de Marty hizo que me enamorara del cine. Es más, por años, intenté infructuosamente que mi padre consiguiera unos zapatos tenis similares a aquellos que se puso McFly al llegar al 2015. Como nunca hallé esa famosa “hoverboard” tuve que darle a la patineta como en la primera cinta. La Pepsi no llegaba a mi pueblo y mucho menos pensar que pudiera encontrar alguna como la edición especial que ahora tuvo a bien la compañía sacar para aprovecharse de mi condición de “adultescente” y con la economía suficiente para comprar el modelo.
Es cierto, quería vivir el futuro en mi entonces presente. Pero, no le echo la culpa, señor Zemeckis. Porque ese es el futuro que eligió para sus personajes y para usted optó poner sus ideas en el cine. Fue quizás que quise pensar que una línea discontinúa de tiempo me llevaría a ser una especie de McFly que viviera aventuras similares sin causar conflicto alguno que ocasionara “una paradoja que crearía una reacción en cadena que podría reformar la continuidad del tiempo y espacio”.
Ajá. Nos llamaron nerds entonces. No saben que nombre ponernos ahora. Las etiquetas, para no fallarle a nuestra necesidad humana de segmentar. Y somos muchos más “nerds” que bravucones –o bulleadores-. A usted no le importó el estigma, contó la historia que quiso y moldeó su futuro. Definió de cierto modo el nuestro. Se aventuró a predecir, sí, como ocio, no en serio. Y lo que creó fueron tres historias que hoy nos hermanan a muchos cinéfilos alrededor del mundo.
Mil gracias, señor Zemeckis, porque con sus fallidas predicciones nos enseñó, tal vez sin querer, que todo es perfectible. No necesitó de una película de 3 horas llena de momentos filosóficos para ello. Nos entretuvo, nos emocionó y lo sigue haciendo.
Cuando chavo, el famoso “The End” al término de “Volver al Futuro III” me pareció muy triste. Mi corazón, todavía de niño aunque medio maltratado por la adultez, me dice hoy que no fue pesar, sino que fue el regreso del futuro, uno en donde me vi revisitando sus películas una y otra vez para entender que son estas fantasías las que vale la pena revivir ocasionalmente y escribir un nuevo porvenir cada que sea necesario y mientras sea posible.
¡Ah! Por cierto, señor Zemeckis. Debo decirle que esa frase que eligió como diálogo para el doctor Emmett sigue siendo un dolor de cabeza para mí. Esa que dice: “Viajar en el tiempo es demasiado peligroso. Es mejor que me consagre a estudiar el otro gran misterio del universo: ¡las mujeres!”. Seguimos trabajando.
You may also like
-
Proyecto Granguiñol Psicotrónico celebrará su décimo aniversario con “Akelarre”
-
“Por temor a que cantemos libres” cerrará el año con funciones en el Teatro El Milagro
-
Valentina o la serenidad: el duelo durante la niñez
-
“Lu y Solito” vuelven a escena en el Foro Lucerna
-
La conversión del diablo, obra basada en el mito de la conquista espiritual de México, llega a la Sala Héctor Mendoza