Primera escena:
– Tienes que lavar tus platos.
– ¿Para qué?
– Es una vergüenza. ¿Qué van a decir las visitas?
-¿Cuál es el punto de recibir visitas si en un rato van a estar muertos…
Segunda escena:
-Sí… te puedo ayudar a barrer, puedo traerte la escoba para que quede más limpio tu espacio…
-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡ROAAAAAAAAR!
-Está bien, entiendo.
Los anteriores momentos pueden parecer cotidianos, parte de la vida diaria. ¿Lavar platos, barrer, visitas? Es lo que vivimos los seres humanos todos los días… aunque el ¡ROAR! y la referencia a la muerte nos indican que hay algo diferente.
Las tribulaciones caseras ya no ven género, religión y tampoco si estás vivo o muerto como nos muestra “What we do in the shadows” (2014), falso documental de Nueva Zelanda que no me he podido sacar de la cabeza desde que por pura casualidad lo encontré en el canal ISAT (¿qué clase de Netflix es Cablemás?).
Tengo una debilidad por el horror y humor negro neozelandés y hasta el momento lo que he visto de ambos géneros (Bad Taste, Braindead, Black Sheep, Deathgasm, entre otras) son unas pequeñas joyitas para los amantes del mal gusto. El mockumentary “Lo que hacemos en la oscuridad” se añade a la lista, definitivamente.
La película es dirigida y escrita por Taika Waititi y Jemaine Clement y va así: Viago, Petyr, Deacon y Vladislav son cuatro vampiros “roomies” en Nueva Zelanda. Con edades entre 180 y 8,000 años, aceptan grabar un documental para que el público conozca cómo son en realidad. Sí, tienen que asesinar para no morirse de hambre- Viago coloca periódicos para no manchar el piso ni los muebles- pero también hacen lo posible para actuar “normalmente”.
Los parientes del conde Orlok se reparten tareas domésticas, exigen a cadeneros y hostess que los inviten a las discotecas para poder entrar-todo vampiro necesita invitación para ingresar a un lugar- y sufren de bullying en la calle por su aspecto extraño. Deacon hasta tiene una sirviente quien se encarga de conseguirle víctimas, como su ex novio Nick y su archienemiga de la preparatoria, con la promesa de que le dará la vida eterna. Y todos comparten ante “los productores” lo que sienten y explican sus razones de la manera más sencilla posible.
La noche en la que el ex novio Nick debería ser la cena las cosas no salen tan bien y Petyr, el más salvaje de todos, lo convierte en vampiro. La ex víctima se siente rápidamente a gusto con su nueva situación y se lo cuenta a quien quiera escucharlo, provocando encuentros con cazavampiros, hombres lobos y problemas para su amigo humano Stu, a quien le confesó su calidad de muerto viviente ante la cámara.
“What we do in the shadows” se distingue por su tono relajado y fresco, limitándose a mostrarnos ese lado que todos quieren saber: ¿Qué hacen los vampiros cuando están en casa? ¿De verdad son tan malos? Waititi y Clemente utilizan todos los mitos y leyendas sobre estos seres y les dan la vuelta cómica, presentándolos con un humor inteligente y sin afán de complicaciones, logrando el objetivo de entretener pero revolcando toda la fórmula.
La sangre no falta, los clichés sobre el erotismo vampírico tampoco-tienen que ver el baile de Deacon- y las reflexiones sobre cómo tratar de ser buena persona cuando tienes que matar para comer son constantes aunque no te amargan la existencia. Al contrario, te obligan a mostrar los colmillos en la sonrisa.
Veánla y diviértanse.
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