Sin Lemmy Kilmister ya no tengo abuelito rebelde rockero, ese que no entendía por qué decían que es Dios en la película “Airheads”.
Sin Gene Wilder se fue mi cuate cotorro y mi primer contacto con ese humor ácido que sólo él y Mel Brooks pueden lograr.
Sin Bud Spencer me quedé sin el mejor amigo que se descontaría a los niños que me caían mal.
La ausencia de David Bowie me deja sin Ziggy Stardust, compañero onírico y viajes astrales. También se llevó el recuerdo de una pregunta incómoda a mis padres: ¿Es señor o señora? (igual pasó con Boy George).
La partida del Profesor Jirafales arrebata mi fantasía de maestro buena gente que realmente me daría consejos de vida.
Sin Juan Gabriel se va mi primer interés por una canción “satánica”, como decían las malas lenguas que era “Querida”, y el recuerdo de querer cambiar el televisor cada vez que transmitían el vídeo en “Videoéxitos”, con Gloria Calzada.
Pertenezco a una generación en la que las figuras representativas-o influencers cómo les gusta llamar ahora,- están desapareciendo. Y no porque sean estrellas en el ocaso sino porque su tiempo en la tierra terminó, significando también que estamos en una nueva etapa de nuestra vida.
Conozco a jóvenes de 20 años que están sufriendo porque cumplieron… 20 años. Y contrastan con personas que nacieron a fines de la década de los setenta como yo, que estamos más cerca de los 40 que los 30, quienes andan por la vida pregonando el número que corresponde a nuestras arrugas. Hay una ruptura generacional por ahí que aún no entiendo cómo funciona , supongo es la necesidad del aquí y ahora.
Lo que sí sé es que la acumulación de números en nuestra humanidad es inevitable y lo mismo pasa con nuestros ídolos de la infancia y juventud, que desde fines de diciembres de 2015 nos están abandonado. Con ellos se van la ingenuidad, la delicia de no preocuparse si tienes para pagar o no tu luz, esas etapas de vida donde no sabías qué iba a ocurrir en el futuro y estos personajes formaban parte importante de tu mundo.
No debemos decir que todo tiempo pasado fue mejor, porque el bueno, bueno, bueno, es el presente, pero sí aplaudir y agradecerle a Gene, Lemmy, Ziggy y demás que ellos contribuyeron muchísimo a nuestra realidad. Para bien o para mal.
Así que saquemos el whiskey y digamos ¡salud! por ellos.